El caso de que un profesor de la Línea de la Concepción haya sido denunciado por una familia musulmana, por hablar en clase del clima necesario para curar los jamones alpujarreños, contrasta precisamente, con el hecho que desde hace semanas, el mundo sigue con la máxima preocupación el caso de una joven cristiana en Pakistán, madre de cuatro hijos, condenada a muerte por el simple hecho de manifestar su fe, algo que sería inconcebible en nuestro marco jurídico y en nuestra cultura de origen judeo-cristiano. No se trata ahora de suscitar falsas polémicas como la que ya ha sacudido a la sociedad española sobre el uso del llamado “velo islámico”. Lo ocurrido en la Línea de la Concepción debiera apelar a la propia comunidad islámica de España para que sea la primera en condenar este tipo de fanatismos y, de una vez, fije unas normas claras de convivencia en las que figure la obligación de acatar las libertades democráticas, empezando por las costumbres de una sociedad en la que han elegido libremente integrarse.