La realidad lingüística de nuestro país es plural, fenómeno que supone una riqueza. Durante décadas esa pluralidad lingüística se pretendió silenciar y privatizar. Pienso que la utilización del idioma español como instrumento de uniformidad ideológica fue un tremendo error que hizo un flaco favor a un idioma que está entre los cuatro más usado en el mundo.
Pero eso es un fenómeno del pasado y sin embargo el uso ideológico del catalán, del gallego y del euskera es cada vez más frecuente y sofocante. La grandeza de una cultura particular es su capacidad de abrirse a lo universal y eso es justo lo que están impidiendo los nacionalismos en España. El español es el segundo idioma que más se estudia en el mundo, cuenta con 14 millones de estudiantes en 90 países. En muchos ámbitos de Estados Unidos se ha convertido en la primera lengua.
Personalmente considero que no es la política adecuada, que cuando buena parte de la que va a ser la élite cultural de Occidente, intenta con esfuerzo utilizar la lengua de Cervantes, a los niños que la tienen como lengua materna no se les permita aprenderla correctamente. El mundo intenta aprender español y algunas Comunidades Autónomas pretenden convertirla en una lengua doméstica, marginal y de tradición oral. Es el absurdo de la ideologización. No tiene sentido que partidos con “visión universal” no acepten una ley que exige una tercera hora en la segunda lengua más leída y, a cambio, estén dispuestos aprobar otra que priva de libertades a los padres.