Arrepentimiento político.

El dicho de “Somos esclavos de nuestras palabras y señores de nuestros silencios” debiera ser tenido en cuenta con más frecuencia por el Presidente Sanz que últimamente parece un poco desquiciado en sus declaraciones públicas. Primero condicionó el posible apoyo a los presupuestos a una negociación “mercantil” (no le saldría gratis al gobierno central), después exigió a Arenas no inmiscuirse en “su” casa, ordenó callar a Del Burgo, se presenta como el mejor intérprete del pacto político con el Partido Popular y ahora para rematar la jugada declara sentirse arrepentido de haber nombrado a Cervera y amenaza solapadamente, ¿abiertamente?, con volver a presentarse a la presidencia de UPN.

Algunos sospechan que todo este revuelo ha sido “organizado” para motivar, argumentar y justificar la necesidad de seguir contando con la figura de Sanz al frente del partido regionalista. Eso de que “las circunstancias están cambiando”, “soy un toro de raza” y “si me pican respondo” puede ser todo un aviso para la actual Alcaldesa de Pamplona que a fuerza de continuar callada y hacer “seguidismo” del Presidente puede dar la razón a los que piensan que este problema es demasiado para ella y que no está ejerciendo el liderazgo propio de una futura candidata a la presidencia del partido.

Muchos somos los que nos preguntamos que ha llevado al Presidente de nuestro partido a meternos en este lío del que parece que, pase lo que pase, no vamos a salir muy bien parados porque aún en el caso de que el pacto con el PP no se rompa, éste quedara muy tocado y con una desconfianza política entre ambas formaciones que va resultar muy difícil recuperar. Y si por el contrario el pacto se rompiese, las futuras consecuencias internas para la propia Unión del Pueblo Navarro serían imprevisibles.

El arrepentimiento declarado públicamente por Sanz de haber propuesto como candidato a Diputado a Cervera lejos de arreglar las cosas las empeora ya que hay manifestaciones que en lugar de una sinceridad positiva muestran la prepotencia del que considera que la mejor virtud de un cargo político es la adhesión inquebrantable al jefe. 

El arrepentimiento cuando va unido la buena intención suele ser un sentimiento positivo que en política no debiera salir del ámbito de la intimidad personal de lo contrario podría convertirse en moda esta costumbre y llevarnos a más de uno a mostrar públicamente nuestro arrepentimiento por haber votado la lista al Parlamento del señor Sanz.

El lío ya está montado. El arrepentimiento también, ahora ya solamente nos queda ver la “penitencia” que nos tocará pagar.
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Perico Larrate.

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