Caos total en el gobierno de Pedro Sánchez. Tras la dimisión de dos de sus ministros en poco más de 100 días, el presidente del gobierno va camino de pulverizar algún tipo de récord siniestro. A decir verdad, era su propia cabeza la que empezaba a oler a sulfato cuando, de repente, aparece oportunamente el escándalo de la ministra Delgado. Un clavo saca otro clavo.
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El “gobierno de la dignidad”, se autoproclamaban cuando llegaron
De todos los escándalos del gobierno socialista, sin duda el más grave es el de la ministra Delgado. Su caso lo tiene todo: zafiedad, movimientos sospechosos en el ámbito político-judicial, escuchas, compañías peligrosas, y por supuesto la mentira. Porque a estas alturas está claro que la ministra ha mentido sobre a quién conocía y a quién no o lo que había dicho o en relación a quién. Ya sólo por eso debería dimitir.
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La cutrez del mal
Las grabaciones filtradas fueron grabadas por el famoso comisario Villarejo, actualmente en la cárcel, comensal de la ministra y otro de esos malvados low cost que nos obliga a pensar si tenemos los políticos que nos merecemos, los actores que nos merecemos y también los malvados que nos merecemos. Si hasta los malvados son un reflejo de la sociedad, pobres de nosotros y pobre de nuestra sociedad. Aquí hay mucho que cambiar.
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Mientras hablan de “la Lola”, no hablan de mi doctorado
Calificábamos de oportuna la aparición de las grabaciones con la ministra de Interior porque hemos dejado de hablar del caso del doctorado de Pedro Sánchez, que de repente ha quedado totalmente eclipsado por las palabras de la ministra. Dicen las malas lenguas que, aunque la grabación la habría hecho Villarejo, quien la ha filtrado sería alguien del propio gobierno y que dentro del gobierno de Pedro Sánchez vuelan los puñales con la punta untada de curare. A nadie se le escapa, por ejemplo, la enemistad entre Margarita Robles y Baltasar Garzón, a la sazón pareja o equivalente de la ministra Delgado.
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¿Donde están ahora las feministas y los LGTB?
A expensas de lo que puedan publicar los medios hoy mismo, lo más grave de lo que ha sucedido con la ministra Delgado no es lo que hemos escuchado grabado (nadie aguantaría una escucha permanente de su vida privada), sino que hubiera mentido intentando negarlo. De todos modos no deja de resultar chocante que llamara “maricón” a Marlaska, que en su conversación proliferaran los comentarios machistas o que relatara los jolgorios sexuales con menores de un grupo de fiscales y magistrados del Supremo en un viaje a Colombia. Significativo también que en relación a todo esto el silencio de las feministas y los LGTB resulte tan estruendoso. Es de los nuestros. Es de los nuestros.
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Pues claro que los corruptos marcan la agenda
Desde los EEUU, Pedro Sánchez se niega a cesar a la ministra Delgado y afirma que un chantajista no puede marcar la agenda política del gobierno, lo cual es estrictamente falso e ilógico. Para empezar, la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero. Para continuar, no decía eso el PSOE cuando el chantajista corrupto era Bárcenas. Ni Podemos cuando el mismo malvado filtraba cosas sobre Corinna. Y para finalizar, obviamente no se puede detener una acusación porque el acusador sea un villano. Imaginen que Bárcenas filtra un vídeo de Mariano Rajoy disparando a una abuela, troceándola y comiéndosela. ¿Ignoramos el vídeo aunque sea auténtico porque lo ha filtrado Bárcenas? No tiene sentido. Los casos de corrupción se aclaran tirando de un hilo en el que nunca aparecen arcángeles, sino pecadores. Más aún, da la impresión de que ahora es cuando el chantajista no puede marcar la agenda. Suele ser cuando el caso no trasciende que el chantajista está consiguiendo marcar la agenda. De todos modos Pedro Sánchez ya anda bastante menguado de legitimidad para exigir responsabilidades políticas a otro u otra cuando él mismo no la ha asumido por su propio doctorado, del que parece que se puede decir cualquier cosa menos, justamente, que era “propio”.
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La crisis de valores que no cesa
El conjunto de todas las cosas que están sucediendo, en cualquier caso, nos coloca ante la evidencia de un gobierno en plena descomposición a los poco más de 100 días de haberse formado, pendiente del escándalo que pueda publicarse mañana y rehén de Pablo Iglesias y el chantajista Torra, que por lo visto estos no hay problema en que marquen la agenda política cuando, aunque menos llamativo y soez, lo suyo seguramente es mucho más grave y peligroso que lo de la ministra Delgado. Y entretanto ya no hablamos de alta política, ni siquiera de política, sino que el debate se ha rebajado a una cronología de corruptelas, engaños y escándalos. Ojalá que no sea el reflejo de lo que somos ni la política que nos merecemos porque entonces, como siempre nos temimos, el problema en origen a lo mejor lo tenemos como sociedad a este lado del espejo.
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