Tradicionalmente toodos los años Osasuna aprovecha la pretemporada para acudir el mes de agosto a realizar una ofrenda a San Franciso Javier, patrón de Navarra, para lo cual se desplaza a la capilla del Castillo. Este año no ha sido así. Es la primera vez que Osasuna falta a esta cita desde 1953.
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La pregunta obviamente es por qué. ¿Por el coronavirus? A primera vista podría parecer la respuesta evidente, ¿pero qué y cuántas cosas sí va a hacer Osasuna como para que esta se decida no hacerla? ¿No podía haberse hecho siquiera de una manera adaptada a la nueva situación? ¿Estaba esto por encima del umbral de peligrosidad de todas las cosas que sí se van a hacer? ¿O hay algo más?
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Son muchas las cosas que estamos viendo que de algún modo tienen como pretexto la pandemia pero en realidad nada tienen que ver con ella. Son cosas que se deciden desde una instancia de poder aprovechando la desmovilización de la sociedad y la distracción de la ciudadanía, o apelando a razones y expertos envueltos en un velo de oscuridad. ¿Es esta una de esas cosas?
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Preocupa en los últimos tiempos, por ejemplo, la creciente influencia sobre Osasuna de los Indar Gorri. Desde a la conversión de Osasuna en un instrumento de promoción del euskera, hasta las canciones que se escuchan en el estadio, pasando por supuesto por el mimo privilegiado a los mismos Indar Gorri. Salta a la vista que Osasuna también es un elemento de la sociedad en el que se libra la batalla de las ideas. Como sabe muy bien la izquierda abertzale, el que ni libra esa batalla la tiene perdida de entrada. La única forma de que no se de la batalla en un sitio es que nadie la de.
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Más allá de las sospechas, como máximo habrá que esperar un año para ver si se retoma la ofrenda, o no, o una versión desleída, e interpretar la noticia de hoy.
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