Los graves disturbios en Cataluña sepultaron ayer un acontecimiento sobre el que no conviene pasar sin reseñarlo, como es el aniversario de la muerte de Lluis Companys, fundador de ERC y presidente de la Generalidad fusilado por el régimen franquista en 1940. Como todos los años, Campanys recibió puntualmente también ayer el homenaje de los partidos separatistas, y si conviene no dejar de olvidar el homenaje Companys es en parte porque también en parte explica la presente violencia separatista.
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No tiene sentido, por ejemplo, que al mismo tiempo que se desentierra a Franco se organicen homenajes a Companys. Si hay que impedir que haya un mausoleo abierto al público al que la gente pueda ir a homenajear a Franco (que no iba nadie), la misma lógica obligaría a impedir que Companys tuviera una tumba a la que se pudiera ir a hacerle homenajes, no digamos que las autoridades catalanas participaran sistemáticamente en esos homenajes.
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Para empezar, es preciso recordar que Companys fue tan golpista como Franco y antes que Franco. Uniéndose al golpe que los socialistas y comunistas dieron contra la Segunda República en cuanto perdieron las primeras elecciones, Companys salió al balcón de la Generalidad para, como una especie de precursor de los golpistas actuales, proclamar la “la República Catalana como Estado integrante de la Federación Ibérica”.
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Fracasado el golpe, por cierto en buena medida gracias a Franco, convertido en aquel momento en defensor de la República, Companys acabó en prisión no sin que la intentona costara unas 2.000 vidas en todo el país. Curiosamente, lo que vuelve a ser un paralelismo inquietante con el presente, la campaña del Frente Popular en 1936 se basaba en gran medida en la amnistía para todos los golpistas del 34, incluyendo por supuesto Companys, que volvió a presidir la Generalidad. La actual izquierda retrodistópica, tan amante de la Segunda República, resulta que dio un golpe contra la Segunda República a la que tanto amaba, tras perder unas elecciones de tan defensores de la democracia que eran, e indultando a los golpistas en cuanto recuperaron el poder para que no quedara ninguna duda. Resulta evidente por tanto la doble moral de la izquierda y el nacionalismo respecto a la memoria histórica, puesto que como se demostró ayer un año más no hay ningún problema con las tumbas y los homenajes a los golpistas o a los responsables de una atroz represión cuando resulta que son de los suyos.
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Regresado a la presidencia de la Generalidad y ya comenzada la Guerra Civil, en Cataluña se desató una represión que llevó a miles de personas a las cunetas y las paredes de los cementerios, una represión que se dirigió contra todos aquellos a los que se consideraba desafectos pero que resultó en Cataluña particularmente encarnizada contra la Iglesia. Aparte las ejecuciones de grupos más o menos descontrolados, o a los que se dejaba actuar descontroladamente, multitud de órdenes de ejecución llevaron el sello de la Generalidad y del presidente Companys por lo que como mínimo se realizaron en su nombre. Miles de personas, en cualquier caso, fueron perseguidas y ejecutadas por sus ideas en Cataluña mientras la presidía Companys. Como hemos dejado que la izquierda y el nacionalismo reescriban totalmente la historia, es posible que los bisnietos de algunas de esas personas ahora quemen barricadas y militen en algún CDR.
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