En todo este asunto de la guerra arancelaria que han puesto en marcha los Estados Unidos resulta complicado seguirle el discurso a Trump, ya que tan pronto mezcla o confunde los aranceles con los impuestos o el déficit comercial. Los aranceles no tienen nada que ver sin embargo con los impuestos o el déficit comercial. Dos países pueden comerciar entre sí sin ningún arancel y uno le puede vender más cosas al otro que el otro al uno. De hecho esto es lo normal. Que las exportaciones de un país fueran exactamente las importaciones del otro y que esto fuera así constantemente no seria sólo llamativo, sino milagroso. Trump no sólo parece querer normalizar este milagro sino generalizarlo, de modo que el balance entre importaciones y exportaciones esté perfectamente equilibrado con todos y cada uno de los países del mundo. La herramienta con la que pretende conseguir este estado artificial de cosas serían los aranceles que está declarando.

Podríamos decir que el equilibrio comercial perfecto es imposible, porque implica una igualdad antinatural e irreal de la riqueza o la demanda de todos los actores, pero podríamos añadir que es, no digamos si hablamos de superávit, casi una cosa de pobres. Es decir, si mi producción, por no decir mi riqueza, es 1.000 y la del vecino 100, no puede haber un equilibrio comercial. Yo le puedo comprar todo al vecino pero el vecino no me puede comprar todo a mi. ¿Tiene sentido que yo limite lo que le compro al vecino a lo que el vecino me puede comprar a mi? ¿Sólo puedo comerciar libremente con otro vecino que sea igual de rico que yo? ¿Puede victimizarse el vecino rico porque el vecino pobre no puede igualar su capacidad de compra?
Por otro lado, tampoco es exacto decir que el superávit comercial es cuestión de pobres, aunque algo hay de eso. O sea, China es actualmente el país con mayor superávit comercial del mundo y es evidente que esto es así porque produce para todo el mundo con menores costes. Si China no fuera más pobre no podría competir en costes y en la medida en que China se haga más rica será menos competitiva. Sin embargo, Alemania también tiene superávit comercial y lo tiene por ejemplo respecto a Estados Unidos. En el caso de Alemania no es porque sus costes laborales sean menores y porque los trabajadores alemanes sean más pobres, sino porque los productos que vende tienen mayor valor añadido: maquinaria, vehículos de alta gama, productos químicos y farmaceúticos… Sin embargo, Alemania tiene déficit comercial respecto a Hungría, Chequia, Eslovenia, Kazajstán, Paquistán o Vietnam. También tiene déficit comercial Alemania respecto a Libia, ¿tendría sentido que Alemania limitara la compra de petróleo a Libia igualándola al valor de los BMW que puede comprarle Libia? ¿Cómo podría Alemania comprar entonces el petróleo que necesita? Tratar de cuadrar el déficit comercial no ya como balance general de todo el comercio exterior, sino país a país y a martillazos, parece un propósito bastante descabellado, por más que el equilibrio comercial o el superávit puedan parecer sobre la mesa un objetivo idealmente deseable. Intentar arreglar las cosas a martillazos, de hecho, puede tener un coste mayor que el mal que se pretendía arreglar, como están indicando bastante a las claras todos los mercados con sus bajadas: todos los mercados financieros, incluyendo los estadounidenses, evidenciando que no hay ganadores visibles en este juego. letal
BREAKING: Nasdaq-100 futures down 5.4%, S&P 500 futures down 3.84%
— unusual_whales (@unusual_whales) April 6, 2025
If this holds, this is the worst three day period in the market since 1987, worse than any three day Covid period. pic.twitter.com/eUkJTyy4VM
En el caso de España y su deficitaria balanza comercial, podemos agradecer no obstante el ser una gran potencia en el turismo, ese que algunos tanto denigran. El caso es que el turismo es una gran aspiradora de recursos del resto del mundo, cuyos habitantes vienen de visita a consumir, hacer gasto y dejar dinero en España. No tenemos un déficit comercial galopante también por otros motivos, pero muy principalmente gracias al “maldito” turismo. Por lo demás el turismo es otro campo en el que se ejemplifica bien la imposibilidad de una reciprocidad perfecta como la que parece exigir Trump en sus relaciones. No puede haber por ejemplo un equilibrio comercial entre España e Ïrlanda a costa de que haya tantos irlandeses que vengan a la playa a España como españoles que vayan a la playa a Irlanda. Nunca, por razones solares obvias, pueden casar esas dos demandas.
The EU’s VAT system should not be used as a justification for retaliatory tariffs.
— Tax Foundation (@TaxFoundation) March 22, 2025
Read more: https://t.co/5F79mZQRgn @JaredWalczak @ericadyork
Aunque Trump haya hablado del IVA (VAT en inglés) como un arancel, lo cierto es que también se equivoca en esto. El IVA es un impuesto que se aplica a todos los productos que vienen de los USA, pero no es un impuesto que se aplica sólo a los productos que vienen de los USA. Todos los productos en la UE tienen IVA vengan o no vengan de los USA, incluyendo todos los productos que produce cada país de la UE. El IVA puede ser por tanto un impuesto detestable, exagerado, confiscatorio y empobrecedor, pero no es un arancel que se aplica específicamente sobre los productos USA para perjudicarlos y se le deja de aplicar al resto. Lo que no tendría sentido es que tuvieran IVA todos los productos menos los que vinieran de los USA, lo cual sería como si nos pusiéramos un auto-arancel a nosotros mismos para perjudicarnos respecto a los USA. Esto sin embargo lo hacemos en alguna medida. Bramamos contra los aranceles externos de Trump, pero acatamos con docilidad todos los “aranceles” internos del UE o del gobierno de cada país en forma de todo tipo de barreras, costes burocráticos o impuestos especiales.
Draghi: “The IMF estimates that Europe’s internal barriers are equivalent to a tariff of 45 per cent for manufacturing and 110 per cent for services.” https://t.co/n38Ff2fO8f
— Chand Sooran (@csooran) April 6, 2025
Desde luego los EEUU no son precisamente una víctima comercial del resto del mundo, por muchas razones, pero una en particular por la que no lo son es porque el dólar es la principal divisa mundial e internacional. El resto del mundo es tan culpable del déficit exterior de los EEUU como lo son los comercios de la compras compulsivas de una determinada persona. Irónicamente, los acuerdos de Bretton Woods de 1944 nacen para impulsar el librecambismo y el comercio frente a las políticas proteccionistas, pero lo hacen instaurando al dólar como la moneda común internacional. Más tarde Bretton Woods y el patrón oro decaen pero queda, aunque no sólo por Bretton Woods, la primacía mundial del dólar. El hecho es que la mayoría de las reservas mundiales de moneda o la mayoría de las transacciones internacionales se referencian en dólares. Esto representa una enorme ventaja para los EEUU y para poder financiar todos sus déficit, ya que el mundo es un gran demandante de dólares y EEUU es quien tiene la impresora de los dólares. Es decir, los EEUU pueden usar la impresora a discreción para transferir sus déficits y sus desequilibrios al resto del mundo. No se trata de hacernos las víctimas, pero desde luego que tampoco se lo hagan los estadounidenses.
¿De qué tamaño es la fuerza del dólar en el comercio mundial? Los números responden: los pagos mundiales donde interviene el ‘billete verde’ subieron al 50% en enero.
— Bloomberg Línea (@BloombergLinea_) February 21, 2025
Conoce las cifras completas: https://t.co/8XCaDZoXHz
📸: Scott Eells/Bloomberg pic.twitter.com/Gpk60bInXi
Dicho todo lo anterior queda por ver cúal es el próximo paso de Trump y si ese paso estaba planificado y si por tanto el presente caos estaba previsto y asumido, o si será un paso reactivo ante el shock de los mercados, el cual si significa una reacción imprevista y fuera de control puede ser lo mismo un volantazo, que un frenazo que un acelerón. No faltan no obstante quienes, apuntando al primer escenario, piensan que Trump ha volcado la mesa de forma calculada, y que ha provocado este shock para después ir negociando una relación particularizada (y ventajosa) con cada país. En qué medida esto pueda ser así, o que esto sea mejor que no haber volcado la mesa, o en qué situación particular podemos quedar nosotros en concreto, es algo que a falta de una bola de cristal habrá que esperar a ver. Como elemento tranquilizador, tenemos al menos los españoles la suerte de que se encuente en este crucial momento alguien de la talla de Pedro Sánchez al timón.