Las viviendas de la SAREB o cómo rifar 50 veces el mismo jamón

El gobierno va a poner en alquiler social 40.000 viviendas de la SAREB. En medio de su crisis política, el gobierno anuncia esta medida para tratar de justificar con medidas sociales su decadencia moral. El problema es que su decadencia moral es real y las 40.000 viviendas de la SAREB son una ilusión.

El gobierno puede llevar a cabo este anuncio porque es el accionista de la SAREB. Recordemos que la SAREB es el llamado “banco malo” que se quedó con los activos tóxicos del rescate de las cajas de ahorro, que así sacaron de sus balances tamaños números rojos. Interesa este apunte porque si una década después y con los precios de la vivienda disparados la SAREB sigue teniendo 40.000 viviendas es por algo. O sea, si aquellos inmuebles eran tóxicos en los balances de las cajas era por algo, y si años y años después, con la demanda de vivienda existente, siguen sin salir del balance de la SAREB, es por algo. ¿Qué es ese algo? Pues que la inmensa mayoría de esas viviendas se encuentran en zonas perdidas de la geografía española donde la gente no quiere vivir y no hay demanda, o se trata de viviendas que no se han terminado de construir, o que han sufrido daños por la vejez, o que en general se encuentran en un estado que necesita inversiones y reparaciones para poder ser habitadas. Por eso eran activos tóxicos y por eso más de una década después la SAREB no las ha podido vender.

No es por otra parte la primera vez que el gobierno anuncia que va a convertir estas 40.000 viviendas en otras tantas viviendas de alquiler social. Como decíamos en el titular, es el mismo jamón que el gobierno sortea una y otra vez sin entregarlo nunca. Cada vez que hace falta un anuncio “social” para que parezca que este gobierno hace algo, reaparece el anuncio de la SAREB. Como las 200.000 viviendas que Sánchez ha prometido varias veces, no se puede transmitir lo que no se tiene. Hablamos de propaganda y no de realidad.

Respecto a las 40.000 viviendas de la SAREB, sucede además que la parte de ellas que es aprovechable, presenta un estado habitable y se encuentra en una zona con demanda, en buena parte ya se ha dedicado a vivienda social y se encuentra actualmente alquilada u okupada. ¿Qué parte entonces del jamón queda por roer? ¿Qué queda de la pata de jamón que se pueda volver a rifar? Obviamente de lo que se trata no es de entregar una vivienda a gente que la necesita, sino de vender al electorado la ilusión de que este gobierno está ofreciendo soluciones al problema de la vivienda.

Por lo demás, muchos españoles necesitados de vivienda se están encontrando de bruces con una realidad negada e inesperada, y es que buena parte de los alquileres sociales se están dedicando a personas de origen extranjero. Cuando la izquierda buenista habla de acoger sin hacer cuentas ni establecer controles a millones y millones de inmigrantes, no asume que hay que proporcionar un techo a todos estos millones de inmigrantes. Por tanto la población nativa que necesita un alquiler social se lo tiene que disputar con la población inmigrante, y si no se construye más todos los millones de inmigrantes que necesitan un techo impulsan hacia arriba la demanda de pisos y precios.

Naturalmente, como casi todos los problemas con este gobierno, también el de la vivienda tiene un origen ideológico. Puesto que la izquierda odia a los constructores, la solución al problema de la vivienda no se puede afrontar por el lado de la construcción. Puesto que la izquierda también odia a los propietarios, tampoco se puede afrontar por el lado de la seguridad jurídica. Puesto que la propiedad es mala, lo que debe primar es el alquiler público. Los resultados están a la vista. Tampoco seamos injustos: la izquierda no odia a todos los constructores, si las empresas que construyen son Acciona o Servinabar hay un precio por el aprecio.

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