¿Cómo seríamos si nunca hubiera existido ‘Euskadi ta Askatasuna’? Es una pregunta básica para cuya respuesta hace falta un poco de imaginación, pero no demasiada. Basta con tener en cuenta tres realidades: cómo éramos antes de inventarse ETA, qué es lo que hace ETA, y cómo somos ahora. Primera realidad: antes de que apareciera el terrorismo había otros problemas y otras formas de dividirse y otros temas de discusión: nadie pensaba que se pudiera llegar a matar en nombre de una cultura, y menos en nombre de una cultura tan difusa y mestiza como la vasca. Segunda realidad: lo que hace ETA es terrorismo. Es una estrategia inmoral que consiste en matar a uno para asustar a mil. Tercera realidad: Las víctimas directas de ETA han visto truncada su vida por el fanatismo. Pero todos los demás, los que sobrevivimos, hemos sido obligados a convivir con un fenómeno que, inevitablemente, nos afecta. Algunos han creído encontrar una vía de escape en la diáspora, el olvido de sus raíces y hasta de sus apellidos. Otros, en una especie de exilio autista, han borrado una parte del mundo como si no existiera: no opinan, no piensan, no saben, no contestan. Un tercer grupo, posiblemente el más numeroso mitiga su miedo en el calor del rebaño y hará, imperceptiblemente, lo que quiera el pastor de turno. Finalmente estamos los demás, el resto, que nos hemos propuesto resistir al terror pero que sufrimos cada día la tentación de acumular odio contra aquellos que no nos dejan vivir en paz. ¿Cómo seríamos unos y otros, todos, sin ETA? Creo que puedo decirlo con sólo una palabra: mejores. Jerónimo Erro