El Ayuntamiento de nuestra bonita ciudad de Pamplona es un Ayuntamiento anormal, porque es un Ayuntamiento en el que dos de sus concejales no condenan la violencia terrorista. Si mañana ETA mata a uno, dos o catorce pamplonicas, habrá un par de concejales de su propia ciudad que no condenarán su muerte. Se trata, además, de dos concejales que ya previamente habían estado en la misma Batasuna o en otras listas ilegalizadas por la justicia por suceder a Batasuna. Pamplona no es un caso aislado. ANV gobierna 43 ayuntamientos, tiene más de 400 concejales y en virtud de ellos gestiona unos 230 millones de euros de los contribuyentes, algunos de ellos acaso futuras víctimas de ETA en atentados que ANV no condenará. Añadan a lo anterior la “información sensible” de la que disponen gracias a su presencia en la vida pública. Algunos dirán que todo esto tan sólo es un reflejo del respaldo social del que disponen, y que ese respaldo justifica su presencia. No se yo si dirían lo mismo si se hubiera tratado del Ku-Klux-Klan en lugar de ETA-Batasuna. También el KKK tenía un gran respaldo social, con 4 ó 5 millones de adeptos en su momento más dulce, y sus adeptos representaban cerca del 15% del censo de los EEUU. El caso es que ahí tenemos a estos tipos en nuestro Ayuntamiento, que si ETA quema mañana a alguien en una cruz ardiente no condenarán la atrocidad. Lo estremecedor del caso es que por fin nos habíamos librado de ellos. Había costado décadas de lucha policial, judicial y ciudadana, pero habíamos conseguido echarlos. Y hete aquí que aparece un iluminado que consigue volver a metérnoslos en la vida política. Ese iluminado, naturalmente, se llama José Luis Rodríguez Zapatero, del que personajes como Conde-Pumpido, Rubalcaba, Alonso o Bermejo son sólo secuaces. Zapatero con su proceso-trampa hizo que ANV estuviera ahí. Pues bien señor presidente, cada vez que haya un atentado y no lo condenen se lo vamos a recordar. Ahora tendrá usted que cargar con ellos.
