Yo no confío en Mariano Rajoy.

Lo confieso, yo estaba convencido de que Mariano Rajoy iba a presentar su dimisión saliendo por la puerta grande, abrazado a su mujer en el balcón de Génova la misma noche electoral. No lo hizo, y su presencia ahora es un trombo en el sistema circulatorio del Partido Popular que, desde entonces, va de infarto en infarto.

Reconozcámoslo, el principal requisito de cualquier candidato hoy en día es hacerse querer por la cámara y saber llegar a los ciudadanos explicando sus propuestas. Puede que esto no sea suficiente pero sin esto no hay nada que hacer. Y esto don Mariano no lo tiene. La cámara no quiere a don Mariano.

Por lo demás, un partido primero tiene que tener unas ideas, luego tiene que saber venderlas y tiene que tener, además, un mercado donde ofrecerlas. A fecha de hoy, no tengo claro si el PP sabe realmente cuáles son sus ideas, estoy bastante convencido de que no sabe venderlas y no tengo ninguna duda de que no tiene apenas mercados donde ofrecerlas.

De hecho, éste es otro de los problemas fundamentales del PP. Con casi todos los medios en contra, incluyendo todas las televisiones nacionales o al menos todos los programas de cualquier tipo que se emiten en ellas, haga lo que haga y defienda lo que defienda siempre será la “extrema derecha”. Es absurdo que traten de huir de este injusto estigma girando hacia el centro o hacia la izquierda, porque les seguirán llamando ultraderechistas aunque Mariano se haga maoísta.

Naturalmente, con la escasez angustiosa de medios en que apoyarse, otro problema del PP es que esos escasos medios han adquirido una influencia increíble sobre el partido. Otro problema.

Así que no queda más remedio que dar la batalla de las ideas aunque sea con gran desventaja de medios. Por otra parte, dar la batalla de las ideas es lo decente y lo que hay que hacer. Eso sí, hay que darla mejor de lo que sabe o puede hacerlo don Mariano. Existen, no obstante, algunos puntos en los que se debe confiar. El primero es que las ideas mueven el mundo, y el segundo es que los seres humanos, a fin de cuentas, somos seres más o menos racionales. Eso sí, hay que saber comunicar para dar la batalla de las ideas.

Lo que no puede ser es que, como alguna vez nos temimos, el acudir a las urnas se limite a escoger entre un candidato con barba y otro sin barba, y que además al final se demuestre que encima la barba era postiza de quita y pon, como parece haber detectado María San Gil en los entresijos de la ponencia del PP.

Tampoco puede ser que volvamos a presentar una y otra vez a un candidato que no gana hasta batir un guiness, porque a lo mejor podemos encontrar en el pasado ejemplos de candidatos que ganaron después de presentarse 14 veces. Viendo su historial, no se puede decir precisamente que Mariano Rajoy es una máquina de ganar elecciones.

Por lo demás, Mariano Rajoy debería hacerse alguna reflexión. Por una parte, si ejecuta un giro a la izquierda, anuncio que perderá mi voto. Si con su estrategia pierde mi voto, esa nueva estrategia debe proporcionarle 2 nuevos votos provenientes del PSOE para tener sentido. Uno para compensar la pérdida de mi voto, y otro más para que la jugada sea rentable. Mucho voto socialista espera comerse don Mariano.

Finalmente, en definitiva, no serán los compromisarios del PP quienes garanticen la continuidad de don Mariano. Al final, el poder lo tienen los votantes del PP. Más tarde o más temprano habrá unas elecciones, por ejemplo las europeas. Si el PP pierde un 30% de sus votantes en esas elecciones, poco futuro le auguro a don Mariano pese al apoyo entusiasta (al menos en público) del 100% de los compromisarios.

Marcos Andía.

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