En Lesaca, como a buen seguro se escribió durante años (ya que el vascuence tenía tradición ortográfica castellana), las voces nacionalistas han puesto el grito en el cielo plomizo del paisaje añorado. Añorar, reivindicar lo imposible para ser las eternas víctimas. Los terroristas se alimentan siendo el pasto de la sociedad que los jalea: un forcejeo es el precio que hay que pagar para que los tuyos lloren tus heridas.
Decía que en Lesaca, como en otros lugares, reivindican lo imposible, porque un español no puede dejar de ser español, así por las buenas. Además está el miedo, por supuesto.
María San Gil, siempre tan clara, lo ha dicho muy bien: no es coherente atacar verbalmente a ETA para luego, tras la detención de unos etarras, no presumir la inocencia de la policía y no celebrar que se haya evitado un atentado. Los nacionalistas se quejan de que les identificamos con el terror. ¿Qué quieren? Sólo Dios ve el corazón del hombre; los hombres nos vemos el plumero, que para votar basta.