No sólo en la programación de la AGAO, sino en una programación escolar. Es el segundo año consecutivo en el que he preparado a mis alumnos de 14 años para acudir a una representación íntegra de ópera. Sé que incluso a algunos de los colegas en la materia educativa una ópera como Fausto (tres horas y cuarenta y cinco minutos, incluido un descanso de veinte) es no sólo excesivo, sino la mejor manera de que acaben odiándola. La experiencia me demuestra lo contrario. La ópera se preparó en clase (el libreto y algunos fragmentos de música) para seguir mejor la representación. Por supuesto que para ello se necesita una disciplina, exigir silencio en la audición y aceptar que, en algún momento, puede aflorar el aburrimiento. Pero quiero dejar constancia aquí de que el abajo firmante hoy se siente feliz de haberlo intentado, viendo la reacción de los alumnos. Ellos, que en principio ganaban muy poco apuntándose voluntariamente a pagar su entrada –con ayuda de la AGAO y del propio centro-, con la sinceridad que caracteriza a un alumno de 14 o 15 años me confirman que la cultura aún tiene una oportunidad. Cuando a un joven adolescente el arte le toca por dentro se nota enseguida porque te miran con una alegría distinta. Curiosamente lo que más les aburrió es lo que a la mayor parte del público adulto (el acto tercero), pero incluso este juicio lo expresaban con una benevolencia notable. En fin, no sólo disfrutaron sino que tomaron parte activa del espectáculo, se convirtieron en receptores críticos como cualquier adulto, aunque con las evidentes diferencias; probablemente, con una ingenuidad que se convierte en apertura mental. “Buenos” y “malos” estudiantes, pero todos con un corazón sensible que nuestro sistema educativo debería poner más empeño en despertar. He parado en claustros en los que la película de la tutoría era Historias del Kronen, con sus borracheras, actos sexuales y demencia, porque es lo que hay, me argumentaban. Con toda su “artificialidad”, me quedo con Fausto y con la naturalidad con que vi a estos alumnos subir y bajar las escaleras de un Auditorio. Sin necesidad de ifantilizar nada y edulcorar el producto. Gracias desde aquí a la AGAO por brindarnos esta oportunidad.
Javier Horno.