Navarra al rojo vivo.

Con la brevedad que impone un texto periodístico, y a petición de varios amigos que me increpan por el silencio prolongado, me atrevo a formular algunas claves para entender qué pasa y qué no pasa en Navarra en estos momentos en los que se repite hasta la saciedad la palabra crisis, en la que el partido Conversador predomina en el espectro social de nuestra geografía, al mismo tiempo, que, como en las predicciones meteorológicas, se auguran tiempos de fríos, borrascas y temporales en el mapa de Navarra. Una consideración previa: los males y deficiencias más graves están en el orden moral y prepolítico por lo que su tratamiento es harto difícil desde la mera actuación política.

El panorama político y politiquero es muy complicado entre nosotros. Todo es posible en Navarra. La política la sufrimos todos, y sus alrededores, más politizados incluso que el propio núcleo del Gobierno y las Administraciones Públicas, tienden a invadir esferas de la vida personal, familiar y comunitaria, antes vedados a toda actuación de los poderes políticos. El primer problema que tenemos es el del excesivo peso específico de la política y de lo político, entre nosotros en menoscabo de la iniciativa personal y social. En segundo lugar, señalaría el desprestigio social de la política que provoca la ausencia de los mejores en no pocos puestos de representación de relevancia. Es significativa la ausencia de candidatos en una cincuentena de ayuntamientos y en un centenar de concejos que han sido cubiertos en segunda vuelta o con comisiones gestoras, a pesar de la práctica generalizada ya, de percepción de haberes nada despreciables por parte de los representantes municipales y concejiles. En tercer lugar, con la gran influencia en nuestras vidas de lo político, y la mediocridad o incompetencia en los electos que no selectos, la partitocracia tiene un poder casi omnímodo en la designación de candidatos y en la puesta en marcha después de las elecciones de pactos, alianzas, convenios, uniones de hecho y otras formas de convivencia irregular de grupos políticos en lid electoral. La actuación absolutista de los partidos, y dentro de ellos, de sus aparatos está muchas veces alejada de la realidad social y de los intereses de sus electores. Lejos de mí dar la sensación de que todos los políticos son iguales: los hay que resisten amenazas y van con guardaespaldas desde hace años, quienes se ven perjudicados en sus profesiones o en su imagen por adoptar actitudes coherentes con su fe o sus convicciones, los que hipotecan lo mejor de su vida profesional por el servicio a la comunidad.

Pero, desgraciadamente, la política se va imponiendo en ciertos niveles como un oficio permanente, como una profesión en la que perder el puesto de trabajo hace cambiar modos de pensar y de actuar, o impone una rutina de hábitos que a veces, en colisión con estrictas competencias de funcionarios, rebajan la responsabilidad y el mandato recibido de los electores. El aumento de número de políticos profesionales o profesionalizados tampoco supone en la práctica la reducción del número de funcionarios, precisamente por esa mayor presencia, a expensas de la sociedad, de la Administración en todo lo habido y por haber de nuestra vida en común. España ha llegado al record de funcionarios con tres millones de servidores públicos, en muchos casos desaprovechados en sus cualidades, colocados por avatares de la política partidista en puestos que nada tienen que ver con los de sus plazas originarias, y expuestos a una permanente vigilancia desde la esfera política sobre su actuación. La burocracia sigue creciendo a pasos agigantados en una España troceada en autonomías y particularmente, en una Navarra con un gigantesco aparato institucional y administrativo en el sector público.

Las soluciones parecen claras y sencillas: más vocaciones políticas de personas competentes y con ideal de servicio a la sociedad por el tiempo en que son elegidos; delimitación estricta de la política y la Administración, reduciendo ésta al estricto ámbito que le corresponde para garantizar el bien común; mejor organización de los recursos humanos en la Administración, sobe todo en la Administración Municipal y Concejil, con buenos profesionales e independientes de los políticos que se turnan elección tras elección. Particularmente clamoroso es el caso de los secretarios de ayuntamientos y concejos, reducidos en la práctica a meros secretarios de actas y de responsabilidades burocráticas de bajo nivel. Y en los alrededores de la política, supresión racional de la presencia de políticos y funcionarios en empresas públicas, organismos públicos, en medios de comunicación mediatizados, valga la expresión, por subvenciones y ayudas económicas nada inocentes. Por supuesto, y vuelvo a la cabecera de estas líneas, evitar la ingerencia de lo político en la moral y en la ética de las personas, procurando la actuación en conciencia de los afectados cuando se tramiten en los foros políticos proyectos que afecten a las convicciones morales libres de cada persona. Parte fundamental de esta cuestión es lo relativo a la protección de la vida humana desde el embrión hasta la muerte, de la protección al matrimonio y a la familia, de la educación en los valores permanentes de las nuevas generaciones.

En definitiva, más moral y menos impuestos. Más capacidad de la sociedad para sus iniciativas y organizaciones. Mejor legislación y aplicación de las normas en la ciudadanía. Pero, curiosamente, estos cambios deben establecerse desde el poder, y para ello, se necesita precisamente, que lo ostente quien está preparado y es competente para ello. Por eso, y en la situación de nuestra Navarra, sufriente y actual, me atrevería a recomendar varias cosas elementales: que procuremos información veraz y completa de lo que nos sucede; que animemos a las personas dignas y competentes a encabezar organizaciones sociales y públicas; que rodeemos a las autoridades del prestigio del que son merecedoras; que seamos implacables con la corrupción por pequeña que parezca; que denunciemos los casos de arbitrariedad, de partidismo, de derroche y otras formas de abuso de poder. En definitiva, que tengamos valor para actuar como auténticos ciudadanos responsables, herederos de la mejor tradición foral, con ese respeto a la ley emanada de las buenas costumbres.

De cuestiones políticas estrictas, es decir de la política opinable, yo diría que Navarra hoy es una incertidumbre generalizada. Difícilmente se entiende quien manda realmente en algunas áreas del Gobierno de Navarra formado por UPN, CDN e independientes. No se sabe el alcance real del acuerdo entre los socialistas y UPN, mejor Miguel Sanz. Nadie se explica por qué en Olite los socialistas gobiernan con Nafarroa Bai y combaten a UPN que estuvo a una docena de votos de la mayoría absoluta mientras PSN y UPN tapan sus vergüenzas en Cintruénigo. En la Política Lingüística, el cambio evidente en sus directrices se hace sin que los órganos de decisión hayan formulado ninguna variante a la anterior legislatura, por lo que se cree que es el CDN quien exclusivamente marca las pautas. Parece que este partido puede fundirse en UPN o estar llamado a desaparecer puesto que el voto no nacionalista ni socialista tiene otra opción que es el Partido Popular en Navarra. El congreso de UPN de abril es el congreso de Yolanda Barcina y de su equipo de dirección que suscitará y que suscita ya recelos en personas del aparato actual. La alcaldesa de Pamplona puede estar acusando la tensión de ver el desgarro de UPN que difícilmente se hubiera producido si hubiera estado ella al frente del partido. Sobre los Populares en Navarra, con pocos medios y muchas expectativas, hay apuestas de todo género. Sus mejores líderes han de emplearse a fondo para conseguir resultados aceptables. Los socialistas tienen difícil papeleta: por una parte les pide el cuerpo gobernar como sea, a pesar de que ya ahora influyen decisivamente en el Gobierno a través de un marcaje rayando en el chantajeo permanente en el Parlamento, y por otra, saben que mucha gente de la calle desconfía y con motivo de su palabra y acción. Los nacionalistas vascos que sólo engañan a quien quiere ser engañados irán a las próximas elecciones navarras como les convenga, es decir unidos a pesar de sus diferencias ostensibles donde son mayoría. La lucha cultural y educativa les es favorable merced a los medios de que disponen o que reciben gratis de quienes les temen. La Izquierda llamada Unida puede desaparecer si se amplia al cinco por cierto el porcentaje de representación, o si se produce un voto útil hacia el socialismo deseos de arañar votos de dónde y cómo sea. Formaciones de derecha pueden sacar un número considerable de votos, lo mismo que el partido de Rosa Díez, del desencanto o del castigo hacia el centro mal entendido y gobernante en Navarra. En fin, panorama abierto, desconcertante, pero al mismo tiempo hay que tener la seguridad que el voto de cada uno puede ser decisivo. Sin embargo, desgraciadamente, los problemas y la crisis de verdad, están más arriba o más profundamente que en la política. Anidan en la profunda desmoralización del pueblo navarro.

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Jesús Tanco Lerga

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