No le sorprenda a nadie el título de este artículo. Un eventual triunfo del nacionalismo vasco supondría automáticamente la liquidación de Navarra y su desaparición de la historia. No puede ser de otra manera. La razón es que Euskalerria, como realidad política, ni existe ni ha existido jamás. Más allá de ciertos elementos culturales como el vascuence, que los nacionalistas se han apropiado al precio de acabar con ellos (tiempo al tiempo), la única argumentación histórica, jurídica o política para sacar adelante su proyecto de “construcción nacional” pasa por la suplantación de Navarra. Se trata de una situación muy parecida a la de las dos protagonistas de la película “Instinto Básico”. Una vive obsesionada con la otra, al punto de que incluso adopta su apariencia física y trata de vivir su vida. Naturalmente esto es imposible mientras “la otra” siga existiendo. Para que la suplantación sea perfecta, la copia debe asesinar al original. La suplantación no puede ser total mientras la suplantada pueda abrir la puerta y entrar en la misma habitación que la impostora desenmascarándola, por eso hay que matarla. De ahí el título de este artículo. Pues bien, ése es exactamente el tipo de relación que existe entre nuestra Navarra y la Euskalerria de los nacionalistas. Por eso Imaz, en el día del soldado vasco, dice desde la casa de Sabino en Bilbao que su patria es la de los Infanzones de Obanos. Por eso ANV celebra un congreso y propone la República de Navarra con capital en Pamplona. Y sin embargo, no son nacionalistas navarros quienes así hablan. De hecho, no existe un nacionalismo navarro. ¿Por qué siendo Navarra la patria de los Infanzones de Obanos es en Vizcaya y en Guipuzcoa donde están los nacionalistas? ¿No es en Navarra, teóricamente, donde más partidarios debería tener la “República de Navarra”? ¿Por qué de todos los territorios de esa supuesta Euskalerría independiente es justo en Navarra donde tiene menos partidarios? ¿Casualidad? Todo lo contrario. El nacionalismo no avanza en Navarra precisamente porque no es un nacionalismo navarro. ¿Qué navarro puede creer que la ikurriña es nuestra bandera si para nosotros Sabino Arana es un marciano? El nacionalismo vasco es un producto creado y diseñado fuera de Navarra, por eso no funciona en Navarra. Si el nacionalismo vasco fuera un molusco, sería un mejillón-cebra. El nacionalismo vasco no es un nacionalismo navarro porque es un nacionalismo étnico, basado en la lengua, la raza y el delirio peneuvista de Sabino Arana. Pero poco se puede reclamar en nombre de la lengua y la raza escuchando en qué idioma habla la gente por la calle o viendo el apoteósico porte racial de “las nekanes”. ¿Y qué, además, si uno habla vasco? No se pueden dibujar en un mapa las fronteras de un estado vasco independiente utilizando como criterio la lengua, y mucho menos la raza. Por una parte sería imposible, por otra impresentable. A poco que uno piense, se da cuenta de que no existe una separación de países por razas y allí donde se pretende sucede un genocidio. Tampoco existe una separación de países por idiomas, o todos los que hablan inglés tendrían que ser ingleses. Por eso el nacionalismo se apropia de la historia del Reino de Navarra, para usarla como traje. Lo más gracioso es cuando los partidarios de la anexión con la CAV conmemoran una batallita navarra cualquiera olvidando de qué lado estaban los soldados de la CAV. Pero se agarran a lo que sea porque, sin Navarra, el aranismo está desnudo. Pues se siente pero no les podemos regalar nuestro traje. Lo estamos usando, oigan.