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Los ciudadanos navarros ya se han expresado en las urnas. Han dejado un buen pastel encima de la mesa política que los partidos deberán saber digerir.
Ningún partido ha recibido con claridad el mensaje de constituir Gobierno. Podríamos decir que todos han perdido. Ninguno partido, con sus propias fuerzas, ni siquiera con el apoyo de otro partido afín, es capaz de mantener un gobierno estable. Requieren como mínimo la ayuda de dos más; en alguna combinación serán precisos 3. Los constitucionalistas se han quedado a 2 parlamentarios de la mayoría. Los nacionalistas aún más lejos; a ocho escaños de esta mayoría que garantiza la estabilidad. Sólo alcanza este número de tranquilidad política la novedosa y antidemocrática opción de “todos contra UPN”. ¿Cómo es posible excluir, por principio, la colaboración de un partido democrático que no atenta contra la sociedad, que no está manchado por la corrupción y que busca, con un programa conocido y experimentado con éxito, el bien común?
Ahora bien la opción del “todos contra UPN” requiere armonizar intereses muy contrapuestos. Los de los nacionalistas moderados de Geroa Bai con los de los nacionalistas radicales afectados por la pestilencia del terrorismo etarra. Bildu sólo nos convencerá de que está curado de esta enfermedad cuando, sin cortapisas ni condicionamientos, condene la violencia de ETA. También será preciso amalgamar los intereses de IU: la izquierda radical republicana, federalista y partidaria de la economía planificada ya fracasada. Por último, será preciso la presencia de los desconocidos, los demagógicos y de aluvión, de PODEMOS. Se me antoja que el resultado nos va a traer más ingobernabilidad que la que hemos padecido en la última legislatura.
Nadie podrá negar que UPN ha cosechado el 30% de la representación del Parlamento, o el 27,3% de los votantes, un 12% más del que le sigue en el rolde. Sólo por eso estaría llamado a formar gobierno en un sistema democrático maduro, no revanchista que busca solucionar el interés de los ciudadanos. Todo es cuestión, como todos los partidos dicen, de discutir el programa de gobierno. Pero UPN tiene dos singulares características de las que se derivan ventajas e inconvenientes. Es un partido popular al que poco le cuesta conectar con los ciudadanos pues tiene como referencia política a la región y a su milenaria historia como entidad política diferenciada. Por eso es difícil de desbancar y por eso todos aspiran a hacerlo astillas. En ello les va su propia presencia política. Le avala, además, 24 años de gobierno que ha situado a Navarra entre las tres primeras regiones españolas en todos los índices de desarrollo económico, social y cultural. Es un partido que se ha erigido en el único valladar que impide el injustificado y antihistórico intento de subsumir Navarra en Euskalherría o en Euskadi, según se quiera. Por eso, los nacionalistas tratarán de arrruinarlo con cualquier medio a su alcance.
Y aquí surgen sus pesares. Se ha quedado arrinconado, luchando contra las cuerdas. Ha perdido capacidad de negociar. ¿Con quién hacerlo? Rompió con el PP, que le daba soporte ideológico y proyección nacional e internacional. No ha sabido mantener los vínculos con el PSN que se ha rendido a los cantos de sirena de los sillones y moquetas, pensando que las políticas sectoriales son más importantes que la identidad de Navarra así les va. Además, en los últimos años, se ha acomodado pensando que no era posible su desplazamiento. Se ha olvidado del Pueblo, el que lleva en su nombre, y ha escuchado más a los que con facilidad suben la escalera noble hacia el despacho presidencial, a los que con frecuencia sólo les mueve su interés, que a los ciudadanos de a pié, a los que quiere representar. Ha quedado enredado en las redes clientelares internas de aduladores. Está atrapado.
Son muchos los motivos que le han llevado a perder el 33% de los votantes que tuvo en 1999, el 20% de ellos en esta última legislatura. UPN arrinconada tendrá que volver a los cuarteles de invierno, lamerse sus heridas, hacer un diagnóstico crudo de su situación, convocar con urgencia un congreso extraordinario para definir de nuevo sus programas, sus estrategias políticas de alianzas, su espacio electoral en el centro del cuadrilátero que le facilitará esquivar los reveses políticos, para prescindir de los responsables del fracaso y designar a quienes le hagan volver a la representación del 41% de los votantes, obtenido en 1999, que nos hizo soñar con la mayoría absoluta.
2 respuestas
Pues todavía estamos esperando a que UPN tome un rumbo definido, está en fase de shock, haciendo cálculos de poder que va a poder conservar.
No se si se dan cuenta que lo que han perdido lo perdieron realmente en 2008 cuando Miguel Sanz da la verdadera medida de su bajura moral e ideológica. Y que nadie discutió, al contrario, egoista y estúpidamene pensaron «A más tocamos». Igual ahora se aperciben que restar nunca lleva a ganar.
Llegarán las próximas elecciones y los cabezapensantes de UPN querrán, en estas sí, sumar y tal. Espero que si no vienen con papeles firmados en el largo plazo, reciban un doloroso portazo en las narices, y que siendo el camino largo y tortuoso, veremos quien tiene el poso ideológico para perdurar en el tiempo.
Arrieritos somos, y algunos en el camino, desaparecerán. Ahora ya no pueden chantajear con que es por el bien de NAVARRA! para evitar que el nazionalismo llegue al poder. Gracias a ellos ya lo tienen. Por su culpa. Y ya es hora que comiencen a pagar.
Evidentemente la larga senda de victorias para UPN y de avances para los navarros de los gobiernos de Miguel Sanz,y que colocaron a Navarra en los primeros puesto de España,fueron premiados con muchos votos.El nefasto gobierno,su prepotencia y sectarismo en el partido,y ssu mentiras,han hecho que Yolanda Barcina en solo 4 años se haya cargado todo eso y haya perdido un tercio de los votantes y el Gobierno de Navarra además de los ayuntamientos de Pamplona, Estella,Tudela,Tafalla etc.Debieran haber dimitido ya.Que se vayan pero ya ella,Arizcuren,Sánchez de Munain,Begoña Ganuza etc, y que vuelva Miguel Sanz,quién llevó a UPN por los 24 años de victorias, y a Navarra al mayor PIB y menos paro de España.