La aceptación de UPN – y del presidente Miguel Sanz en particular – de la financiación de ikastolas en Navarra por los Presupuestos Generales del Estado revela una vez más la miopía o la cobardía – escojan Vdes. – de UPN ante la batalla cultural que libra el nacionalismo secesionista vasco para euskaldunizar Navarra. Una batalla cuyo objetivo es debilitar la identidad histórica de Navarra para que se instale en el navarro la duda sobre su propia cultura.
Oscar Elía Mañu ha puesto de manifiesto cómo el nacionalismo vasco sacó una provechosa enseñanza de la Transición: la anexión política de Navarra sólo sería posible desde una previa asimilación cultural, educativa y social de la Comunidad Foral.
Que nadie se engañe, dice Elía: “a los navarros se les está conduciendo lenta y mansamente hacia Euskadi desde hace treinta años. Los gobiernos de PSOE, UPN y CDN no sólo no han librado la batalla cultural contra el anexionismo, sino que, rehenes de los habituales complejos, han colaborado con lo que no es sino una ofensiva en toda regla: unos, como Sanz, a regañadientes; otros, como Juan Cruz Alli, con entusiasmo; algunos, como Urralburu, con despreocupación. Pero todos han jugado a favor del Anschluss”.
Miguel Sanz sigue abonando el camino hacia el éxito del nacionalismo secesionista en esta batalla cultural y recoge ahora los frutos amargos de una política que también es suya: nunca como en los últimos años ha avanzado tanto el nacionalismo cultural, social y político. Hoy, los navarros son más ingenuamente proeuskaldunes que nunca, y UPN ha consentido.
Aceptar que desde Madrid y por iniciativa de PNV y PSOE se financie en Navarra el principal instrumento utilizado por el nacionalismo vasco – las ikastolas – en la batalla cultural que se libra en nuestra tierra es otra triste prueba de los complejos culturales e ideológicos que aquejan a los dirigentes de PSN y UPN.
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Carlos Sánchez-Marco