El PP, el PP de Rajoy, no para mientes en que muchos votantes entienden perfectamente los movimientos profundos del espíritu. Rajoy, cuyo perfil de estadista tiene muchas virtudes, ha cometido errores básicos. El primero ya lo ha cometido durante cuatro años, con una estrategia de callar el argumento inteligente y atacar con frases como topicazos. El segundo es soslayar cualquier autocrítica tras su segunda derrota. El tercero es no proponer unas primarias que aporten todo el aire fresco que el PP necesita, no por tener una ideología enrarecida, sino porque los ánimos están bajos: ya es la segunda vez que pierde frente a un perfil de progre hasta lo patético, un perfil, el de Zapatero, que con poca cultura y mucha palabra vana arranca los sentimientos más románticos de la clase media capitalista que dice no querer serlo. El tercero, que en el tiempo de esta legislatura ha elevado al cubo la política de cubos de agua templada. Yo querría un PP que dijera ahora, por ejemplo, que si este PSOE no se hubiera dedicado a engrosar los bolsillos de ETA, si no hubiera habido chivatazos policiales aún sin investigar, si la persecución a la ETA no se hubiera aminorado ni un minuto, si se hubieran reforzado los recursos de la Guardia Civil, este atentado no hubiera ocurrido. Que aquí nadie nos tiene que decir bienvenidos, porque nos están insultando a los que hemos salido a la calle para denunciar la bajada de pantalones de un gobierno cuyo objetivo era trazarse una salida aparentemente beneficiosa para el sector izquierdista y nacionalista, y no la paz de España. Que los medios de PRISA nos llaman el ala dura porque quieren una alita de pollo domesticado para el ministerio de la oposición.
O surge una voz valiente y decidida que lidere el PP o muchos de los votantes que creemos en la unidad de España defendida sin complejos buscaremos en otro lugar. Y ese lugar, que lo tengan en cuenta, hoy ya existe.