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Hace 15 años, el 30 de diciembre de 1999, cuando tan sólo faltaban dos días para que llegara el temido año 2000, el presidente del Gobierno de España y presidente nacional del Partido Popular, José María Aznar, se desplazó hasta Pamplona para asistir al funeral de Jesús Aizpún, que había fallecido el día anterior a los 71 años de edad. Era la mejor manera de reconocer a un político de convicciones firmes y profundas que a lo largo de los difíciles años de la transición se había jugado la vida en esta tierra de Navarra por defender unos principios y unos ideales.
Aizpún, padre de 11 hijos, abogado de reconocido prestigio dentro y fuera de Navarra, hombre creyente que había hecho de los valores del humanismo cristiano el fundamento de su vida y de su acción política, fue uno de esos que a la muerte de Franco decidió entrar en política para defender a Navarra y a los navarros; es decir, para reivindicar las instituciones privativas, las libertades, las tradiciones, las costumbres, los fueros, la personalidad política propia y la españolidad de nuestro Viejo Reyno. Y lo hizo en unos momentos difíciles y convulsos en los que el nacionalismo vasco, con tanta o más intensidad que ahora, falsificaba la Historia y quería meter a Navarra en esa Euzkadi que jamás existió. Unos tiempos en los que por las calles de Pamplona se podía escuchar a los más moderados gritar: “Del Burgo, Aizpún, Navarra es euskaldún” y, a los otros, dar ideas a la sangrienta ETA como: “Del Burgo, Aizpún, pim, pam, pum”. A pesar de todo ello, Aizpún siempre fue un firme defensor de la Navarra foral y española tal y como está descrita en el artículo primero del Amejoramiento. Artículo que le gustaba repetir de memoria en muchas de sus intervenciones públicas: “Navarra constituye una Comunidad Foral con régimen, autonomía e instituciones propias, indivisible, integrada en la Nación española y solidaria con todos sus pueblos”.
A pesar de que coincidíamos en todos esos planteamientos, siempre hubo algo que nos separó. Él pensaba que la mejor manera de defender todo esto era a través de un partido regional, y por eso fundó Unión del Pueblo Navarro, mientras que yo opinaba que en una España con 17 autonomías no tenía sentido que se fomentaran los partidos regionales y que lo que necesitábamos era un partido de implantación nacional, desde el que se defendieran los intereses de Navarra y de España y se ofreciera una alternativa seria y viable al Partido Socialista, que era el que gobernaba con mayoría absoluta en nuestro país. Por eso, hasta en cinco ocasiones, tuvimos unas sonadas polémicas a través de las páginas de este periódico. Y por eso no nos juntamos bajo unas mismas siglas hasta que el 25 de marzo de 1991 se firmó el pacto estable y permanente entre UPN y el Partido Popular. Pacto que, es cierto, él lo firmó en su condición de presidente del partido regionalista pero haciendo la siguiente salvedad: “Así como alguno jura la Constitución por imperativo legal, yo firmo por imperativo legal. Firmo, no porque me guste el pacto sino porque la asamblea lo ha aprobado y yo apruebo la voluntad de la Asamblea”. Pero, a partir de ese momento, siempre respetó esa unión.
Desde entonces y hasta 1997 fue mi presidente y con él mantuve una cordial relación, porque era un Señor de la política, uno de esos que ahora tanto se echan en falta. Porque, tal y como lo definió Manuel Fraga: “Aizpún era el prototipo del político serio, de principios; del buen jurisconsulto, con ideas claras sobre el Derecho público y la responsabilidad de sus decisiones; leal y buen amigo, a la vez que dotado de un (fino y cortés, a la vez) gran sentido del humor”. Por eso, ahora, cuando se cumple el XV Aniversario de su muerte, creo que no debe quedar en el olvido y que, a través de él debemos recordar y reconocer a todos aquellos que optaron por el camino más difícil y pasaron por la política sin lucrarse de ella, porque tanto en el aspecto económico como en el personal podían haber vivido mucho mejor y más tranquilos en sus respectivas profesiones. Unos políticos que, como dijo Jaime Mayor Oreja de Aizpún, “más que militantes de un Partido fueron los militantes de una causa política: la personalidad de Navarra y la defensa de España”. A todos ellos, a través de Jesús Aizpún, vaya mi recuerdo y mi agradecimiento.
José Ignacio Palacios Zuasti
Senador por Navarra (PP)
3 respuestas
No sé si habrán leído «..Y al tercer año resucitó», una novelita de Fernando Vizcaíno Casas en la que Franco resucita en 1978, provocando una estampida entre los nuevos señores. Saco la novela a colación para imaginar al señor Aizpun volviendo de entre los muertos para ver el panorama actual de Navarra y del partido que él fundó.
Son de agradecer y suscribo las líneas elegíacas de José Ignacio Palacios sobre el aniversario del fallecimiento de Jesús Aizpún. Pero a menudo me decía Jesús Aizpún que mientras existiera un partido como el PNV entre cuyos objetivos figuraba la anexión de Navarra a la autonomía vasca, debía también existir un partido regionalista navarro como UPN. Que el PP desde su ámbito nacional se vería a menudo obligado a negociar con el PNV para obtener sus votos en el Congreso … a ver si a costa de defender la identidad de Navarra. Y lo que pensaba Jesús Aizpún se ha visto a menudo confirmado. ¿O no hubo «entendimientos» entre Aznar y Arzallus?. ¿O no hubo «peligrosas negociaciones» entre Suárez y Garaicoechea?.
Si como dice El Liberal Navarro, resucita Aizpún, al Quesito, a los criminales de la CAN, les huele el culo a pólvora desde el minuto 1.