Indisoluble unidad de España como norma fundamental frente a un delirante secesionismo


Rajoy contesta en su carta a Mas, quien pretende realizar una consulta
soberanista en Cataluña. La respuesta del presidente del gobierno no
puede ser otra que un “NO”. Un “no” rotundo. Y Rajoy da un “no”, no
solo por su convicción en la indisoluble unidad de España –que la
tiene- o por su creencia en que la soberanía reside en todo el pueblo
español –que también la tiene-, sino porque es su deber. Y es su deber
-entre otras cosas- porque es el presidente del gobierno y está
sometido al ordenamiento jurídico. Es su obligación porque juró
defender y hacer defender la constitución. El “no” a la consulta se
justifica en el carácter antijurídico de la misma. Pero no solamente
por eso.

La unidad de España es anterior al constitucionalismo en varios
siglos. Las constituciones se han fundamentado en el hecho precedente
de la unidad conseguida –no exenta de esfuerzo- en el pasado y que se
afirma como indisoluble, sirviendo de fundamento hermenéutico de todo
nuestro ordenamiento jurídico. Esa “norma fundamental” –por utilizar
terminología kelseniana- es exterior, anterior y fundamento de la CE
del 78 que la positiviza y supone el pilar de todo el sistema que
valida y al que da coherencia con el fundamento en la indisoluble
unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los
españoles (art. 2).

La CE parte de la unidad de la nación española, cuyos poderes emanan
del pueblo español en el que reside la soberanía nacional. La
concepción amplia y compleja de nuestro estado, compuesto por una
pluralidad de organizaciones de carácter territorial dotadas de
autonomía –municipios, provincias y CCAA- (algunas de carácter foral
como Navarra) no debe distorsionar la perspectiva confundiendo
autonomía con soberanía. La soberanía reside en el pueblo español
entero, no en los habitantes de cada una de sus regiones, y la
autonomía hace referencia a un poder limitado, parte de un todo, que
en ningún caso puede oponerse al de unidad, sino que es –precisamente-
dentro de ella donde alcanza su verdadero sentido como expresa el
art.2 CE. (S.TC 4/81, de 2 de febrero) Así, “el derecho a la autonomía
[…] se da sobre la base de la unidad nacional” (S.TC 25/1981, de 14 de
julio).

La solemne declaración del art. 2 CE no es un reflejo de una mitología
política. Plasma la realidad de cinco siglos de Historia y asegura la
construcción conjunta, edificada sobre la soberanía que reside sobre
todo el pueblo español, cuya representación está en las Cortes
Generales (art. 66 CE) de cuya confianza emana el Gobierno (art.
99,113 y 114 CE), órganos éstos, no de un poder central contrapuesto y
enfrentado a los territoriales, sino del pueblo entero, del sistema
conjunto que engloba ambos.

Los intentos secesionistas de Artur Mas carecen de toda fundamentación
histórica, jurídica y política. El presidente del gobierno solo puede
hacer cumplir la constitución y defender la unidad de España, como
representante de la soberanía del pueblo español, del que Cataluña
forma parte, y como representante -que es también- de los catalanes.
El Gobierno de España no se contrapone a ninguna autonomía ni se
enfrenta a ella. Hace cumplir el sistema constitucional y el
ordenamiento jurídico que deben ser garantías –precisamente- del
sistema autonómico creado dentro de la indisoluble unidad de España,
positivizada por la Constitución pero precedente a ella.

Algunos ven riesgo de ruptura de la unidad de España por las fuerzas
centrífugas que operan en determinadas partes del territorio español.
Otros seguimos diciendo con Nebrija sobre la unidad de España, como
éste dijera hace medio milenio: “muchos siglos, injuria y tiempos no
la podrán romper ni desatar”. Y para asegurarnos que eso se cumpla,
debemos neutralizar activamente el mito creado por el nacionalismo
excluyente, cuyo ficticio relato de los pueblos cautivos ha seducido a
gran parte de la izquierda española, y ofrecer un proyecto sugestivo,
común, incorporador e ilusionante, que actúe no tanto como fuerza
centrípeta, sino como fuerza aglutinante.

GUILLERMO LOREA
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CLAVES EN OPINIÓN

8 respuestas

  1. Bueno, bueno, por fin se han asustado los gobiernos centrales en Madrid. En Navarra y las Vascongadas llevamos más de 30 años de tergiversaciones históricas en las ikastolas para así poder indoctrinar a los niños en el secesionismo … y nada han hecho ante ello los gobiernos, ni los regionales de UPN o de PSN, ni el central.

    Por fin, por fin se han asustado en Madrid

    http://www.lebrelblanco.com/libro/

  2. Artículo claro. Claro que a ver quién se lo explica a los que tienen como fuentes del Derecho el derechoahacerloquemesaledeloscataplines y como base histórico-legal las elucubraciones de Sabino, las cuentas suizo-panameñas y los cuentos del abuelo cebolleta sobre el Reino de Cataluña esquina con Narnia tirando a Mordor.
    Menos mal que el gallego es gallego y para cuando se enteren de si sube o si baja, ya estará en todo lo alto. Con una sonrisa socarrona.

  3. Efectivamente, la unidad de España es innegociable.

    Como bien dice este artículo al comienzo: «La unidad de España es anterior al constitucionalismo en varios siglos.» ¿Pero entonces, porqué estamos constantemente mencionando a la prostitución, perdón, Constitución Española para defender la unidad de la Patria, cuando precisamente ha sido ella, con el ilegítimo «Rey» y los diferentes «gobiernos» que hemos sufridos y seguimos sufriendo en las últimas décadas, los que han estado constantemente dando balones de oxígeno al independentismo, ya sea vasco, catalán, gallego o andaluz?.

    Explíquenmelo por favor.

    Viva España!
    Muera la Constitución!

  4. La historia demuestra que las fronteras cambian constantemente. Lo que parecía indisoluble de repente se disuelve, y lo soluble no hay manera de disolver. El propio mapa de Europa ha cambiado frecuentemente en el último siglo. Las «indisolubles unidades» son una entelequia.

  5. El premio Nobel Mario Vargas Llosa opina sobre el «derecho a decidir»:

    El nacionalismo no es una doctrina política sino una ideología y está más cerca del acto de fe en que se fundan las religiones que de la racionalidad que es la esencia de los debates de la cultura democrática.

    Los partidos de izquierda han legitimado el nacionalismo como una fuerza progresista y democrática, con el que no han tenido el menor reparo en aliarse para compartir el poder aun a costa de concesiones irreparables.

    El nacionalismo, los nacionalismos, si continúan creciendo en su seno como lo han hecho en los últimos años, destruirán una vez más en su historia el porvenir de España y la regresarán al subdesarrollo y al oscurantismo. Por eso, hay que combatirlos sin complejos y en nombre de la libertad.

    http://elpais.com/elpais/2013/09/20/opinion/1379685024_791852.html

    http://www.lebrelblanco.com/articulos/

  6. Si por ustedes fuese seguramente seguiriamos intentando conquistar Portugal bajo el mando de los Reyes Catolicos.

    Los tiempos cambian, aunque algunos no quieran.
    Es lo que hay y aunque se os revuelvan las tripas, la decision del pueblo ( democracia ) sera lo que cuente. De no ser ( seguro que algun contertulio lo piensa ) que aparezca algun caudillo y lo anule por la fuerza ( mas o menos es lo que dice Sanchez-Marco ).

    Estad tranquilos, que si se decide algo, os van a preguntar y vuestra opinion, valdra igual que la de cualquier otro ciudadano, pero nunca más.

  7. Claro que el «NO» fue rotundo. Según la RAE (Real Academia de la Lengua Española) una negativa rotunda es una negativa completa. Que yo sepa la carta del presidente del gobierno no fue un «no» parcial o condicionado. Fue un «no» completo aunque formalmente cortés.
    Pero lo importante es el fondo. Hablar de los Reyes Católicos en este contexto solo seria útil para recordar lo que la historia ha construido. No lo que podría haber sido. Y la Historia dice que España -como concepto- tiene dos milenios de Historia y -como estado moderno- medio milenio. Que esa unidad que se ha ido construyendo a los largo de los siglos con el esfuerzo de TODOS: aragoneses, castellanos, navarros, etc. Y no puede destruirse unilateralmente y sobre la base de una mentira histórica. Y no puede hacerse en contra del estado de derecho y de la constitución. No puede hacerse de forma contraria a la democracia. El pueblo soberano, el español, aprobó una constitución. En tanto no se modifique, cualquier referéndum o consulta secesionista realizada en una región de España será ilegal y antidemocrática. Los que actúan contra la voluntad del pueblo y por las fuerza, son los «caudillos» «salva-patrias» como Artur Mas.
    Las fronteras cambian y la realidad cambia. Esperemos que en España no cambie su milenaria composición que ha hecho de ella la nación europea mas antigua, ni el estado de derecho que garantiza su democrático imperio de la ley.

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