La situación y vida de las mujeres con relación al varón ha cambiado a lo largo de la Historia.
Hemos pasado, de estar en una condición de propiedad privada del varón con total sumisión a sus decisiones, a lograr la igualdad de derechos con él ante la ley, pudiendo participar de modo individual y libre, en todos los ámbitos de la vida y del trabajo.
Tras la revolución feminista de los años 60 que pretendía la liberación sexual de la mujer, al ver los frutos que la irresponsabilidad sexual fomentaba: pornografía, prostitución (lo que supone un logro para los varones), la hostilidad hacia la casa y la familia, la obtención de nuevas leyes a favor del aborto (otro logro para ellos ya que elimina la responsabilidad de la paternidad) y la anticoncepción; muchas mujeres “liberadas” se sintieron frustradas y modificaron su pensamiento a favor de la maternidad y la familia. Esto se conoce como la tercera ola feminista. Desde los años 90 se ha hecho un esfuerzo por armonizar la igualdad y la diferencia a favor de las mujeres y de toda la sociedad. Sin embargo necesitamos dar un paso más. Son pocas las mujeres que defienden en público la importancia del trabajo del hogar y de la educación de los hijos. No se valora el papel de la mujer que trabaja en casa para su familia.
¿Por qué las mujeres nunca hemos reclamado el derecho a que los estados dediquen parte de sus presupuestos a pagar a las madres por engendrar, gestar, parir y criar a sus ciudadanos? ¿Por qué únicamente se atienden a las feministas cuando piden a los poderes públicos medidas de control de natalidad y aborto? Nunca se ha considerado, que el hecho de crear una familia, suponga para las mujeres un curriculum en su carrera profesional, que las haga acreedoras de un reconocimiento social a todos los niveles, quiero decir: económico, de prestaciones sociales y meritorio en el acceso a cualquier carrera profesional en la que pudiera competir en un momento dado, eso sí, en igualdad de competencia profesional con el varón.
Creo que las nuevas feministas deberían reclamar la posibilidad de ser madres sin necesidad de verse obligadas a trabajar fuera del hogar para poder atender a sus hijos, de la misma forma que toda mujer debe tener la posibilidad de trabajar en un puesto dentro de la sociedad, que su capacitación profesional le haga acreedora, sin verse obligada a renunciar a la posibilidad de ser madre, como ocurre en el varón. Y es ahí donde la diferenciación sexual y el papel que cada uno ejerce en esa tarea debe legislarse y tratarse con justicia. La cacareada conciliación, si no es capaz de valorar la maternidad viendo en ella la mayor y principal aportación que se genera a la sociedad, quedará siempre incompleta y no será capaz de satisfacer ni a varones ni a mujeres, ni a empresarios ni a trabajadores.
Se hace necesario un nuevo planteamiento del valor de la maternidad que permita a toda mujer ser madre sabiendo que así aporta a la sociedad el primer bien que debe ser reconocido y por tanto remunerado como tal, de modo que las mujeres que quieran ejercer una profesión para la que se han preparado, puedan hacerlo en el momento que consideren oportuno porque cuentan con la ayuda y el reconocimiento de los poderes públicos. Este es el objetivo que una feminista auténtica debiera reivindicar. Así se lograría la verdadera igualdad.
A propósito de todo lo dicho y para terminar este apartado, quisiera traer a colación unas declaraciones de Birgit Kelle autora del libro Entonces abróchate la blusa. Un grito contra la locura de la igualdad. “Como amas de casa debemos justificarnos continuamente y explicar por qué elegimos esta vida. Nos definen como no emancipadas, como gallinas en la cocina. Y sin embargo criamos a nuestros hijos los cuales, con sus trabajos, pagarán las pensiones de otros, mientras nosotras no recibimos ninguna pensión. Así no se puede continuar. Para la mujer deben existir distintas oportunidades que sean buenas y justas. Pero el sistema económico, la política, los medios de comunicación y sobre todo las feministas nos explican continuamente cómo debemos cambiar nuestra vida.
Todos quieren liberarnos, pero yo no quiero ser liberada. A mí me gusta mi vida. Y nadie hace política para un modelo de vida como nosotras queremos.»[1]
[1] http://www.ellahoy.es/bebes/articulo/chica-abrochate-la-blusa-la-escritora-birgit-kelle-contra-el-feminismo-antifamilia/177985/