El abajo firmante se estrenaba en este medio de comunicación digital hablando de educación. El grado de desvarío al que ha llegado nuestro sistema educativo es tal que no sólo daría para muchos artículos, sino que provoca un ejercicio de desahogo de vez en cuando para mantenerse en pie.
Proponía a mis alumnos de catorce años el siguiente ejercicio: yo les explicaba una idea sencilla, como que en el periodo barroco las ciencias naturales y las humanidades experimentan un gran desarrollo; lo expliqué con varias formulaciones y puse un esquema en la pizarra: "barroco", "ciencias naturales y humanísticas" y una flecha apuntando hacia arriba.Les pedí que redactaran esta idea; para muchos, pasar de una idea a su formulación verbal era un camino abrupto en el que experimentaban tal vértigo, tal vacilación léxica que me costaba creer lo que leía en sus cuadernos.
El informe PISA no hace sino corroborar lo que muchos profesores venimos observando desde que se implantó la LOGSE y la educación obligatoria hasta los 16 años. Estamos en la época de las estadísticas y el sentido común ha desaparecido del sistema educativo. Si, por poner un ejemplo, retrasas la explicación de la oración compuesta dos años, es evidente que el nivel se está bajando. La opinión pública necesita del informe PISA, por desgracia, para saber que sus hijos tienen una competencia lingüística paupérrima, por la sencilla razón de que a los catorce años ya no se lee El lazarillo de Tormes, excepto en los concertados y privados que hacen desfilar la LOGSE por el arco del triunfo.
Ellos, los alumnos, no son los culpables, evidentemente. La culpable es una sociedad que ha necesitado de un informe PISA para empezar a tocar las campanas avisando del incendio en las aulas. Para cuando se reaccione quedarán cenizas.
Javier Horno.