Sinceridad y brevedad son valores que cada día me gustan más. A aquellos a los que todo es poco para demostrar que no estás en contra del “euskera” los rodeos y el centrismo no valen para nada. Tal vez si empezáramos a perder el miedo a hablar claro, la escisión ideológica de Navarra acabaría algún día.
A través del batúa Navarra ha sido colonizada por el nacionalismo vasco, con honrosas y valientes excepciones. Eso lo percibe el sentido común. El derecho de los padres a elegir la educación en una lengua ¿no se debería equiparar a que si se incendia mi casa el bombero que acuda en mi auxilio me atienda en vasco? ¿O el médico que me haga un transplante en la Clínica Universitaria? ¿Y el derecho del profesorado navarro a trabajar en su propia lengua? Esta es una situación artificial, neurótica, donde hay padres que exigen que sus hijos se relacionen en los recreos sólo con “vasco –es mucho
decir- hablantes”.
Eso por un lado. Por otro, pretender que la cultura española, que incluye la navarra y, por tanto, la vasca, se conozca debidamente sin un conocimiento profundo de la lengua española es una entelequia. Pero estamos en la sociedad de las buenas palabras, y todo se salda con un no seas exagerado. No puedo entender a los padres que no sabiendo hablar en vasco escolarizan a sus hijos en una lengua ya no en la que no les podrán ayudar, sino en la que no van a leer jamás a Cervantes y en la que más de un profesor les sugerirá que estamos bajo el yugo de un estado opresor. Para el desprecio no hay nada mejor que la ignorancia.
Hoy está de moda hablar de la riqueza cultural. A mí me parece inviable que en una comunidad tan pequeña dos lenguas tan diferentes quieran convivir en el ámbito culto y que el nacionalismo que ha inventado y apoyado un batúa no haga su propaganda. Los navarros, lejos de respetar el vascuence de nuestra tierra estamos abriendo las puertas a la política de Ibarretxe.
¿Qué harán los partidos constitucionalistas? Desgraciadamente, creo que nada. Aquí nadie quiere herir sensibilidades. Y aquí nadie habla con orgullo de la riqueza de la lengua española, de sus posibilidades expresivas, de su ingente tradición escrita, que ha alcanzado las cimas de la literatura universal.
Pides acabar con el euskera, fascista, dirán algunos. Quién es nadie para acabar con una lengua. Yo defiendo que una educación para todos debe asegurar un aprendizaje sólido de la lengua, la historia y el arte del país en que vives y del que te beneficias. El resto, ya lo dice el refrán: “El saber no ocupa lugar”.