Salimos de una guerra fratricida y de una posguerra que fue, en si misma, mucho peor para la población civil que la propia guerra –para menores, ancianos y mujeres. Tras cuarenta años de Dictadura, durante los que se nos anularon las libertades y se nos hizo trabajar como a “Mulas de Mario”, ejecutamos con mucho sacrificio -de todos- los fundamentos de esta nación, en infraestructuras básicas y coberturas sociales. Labor que la situaron -partiendo, desde la mas absoluta miseria- como la novena potencia mundial.
Tras este señalado y larguísimo avatar –digo-, un buen día depositamos, ingenuamente, todo lo conseguido –incluido lo ahorrado con el enorme sacrificio y renuncia de tres generaciones de españoles- en manos de unos individuos entre los cuales abunda en demasía lo que cabria calificar como “aprovechados”; por ser muy destacados –a toro pasado- en logros hacia su propio provecho. Individuos, que en muchos más casos, de los que entonces cabria suponer; calificaríamos, ahora, como amorales; y entre los cuales abundan los estafadores; ladrones y, hasta, seudomafiosos. Personas estas, que han llevado a cavo su labor de desfalco del estado con una flema y una impunidad que ni los adictos al inefable “Movimiento Nacional” -de triste recuerdo- osaron, entonces; aun estando protegidos por “la carta blanca” que dan las armas.
Como quiera que fueron, estos años, dominados por una avergonzante dictadura, los dejamos en un limbo -de la mano de nuestros nuevos responsables políticos- y los enterramos junto con todo el duro trabajo desarrollado –por el pueblo-; junto con nuestros recuerdos, nuestra historia y nuestra dignidad.
Y lo digo, con responsabilidad y sin entrar en populismos; solo teniéndome a los encausamientos, en proceso y pendientes – número de personas, que de momento supera los 800 -entre cargos públicos y políticos, que se encuentran imputados actualmente en casos de corrupción -… ¡y lo que te rondaré, morena! Por no hablar del dinero y recursos sustraídos de las arcas del estado y de nuestras Comunidades Autónomas –cajas, montepíos, bancos y un largo etc.- Cifras estas, a las que cabria calificar como astronómicamente invaluables.
Y si por esto no fuese ya, de por sí, una muestra de absoluta irresponsabilidad ciudadana y con total despreocupación –cual si continuásemos en aquel régimen dictatorial-; les damos, a nuestros responsables públicos, otra “carta blanca” -ahora por total delegación ciudadana- sobre la gestión de todo, absolutamente, lo que poseemos; e, incluso de nuestro presente y de nuestro futuro – como individuos y como nación. Todo ello sin ejercer ningún tipo de control y vigilancia. Ni el antiguo pueblo romano, con toda su falta de empatía, su modus operandi de “Pan y circo” y su acatamiento a las castas aristocráticas, llegaron a tanto.
Tras esto, acatamos, durante años, con manso civismo, el consuelo de las más que espaciadas votaciones y nos resignamos, con mucha cargada deportiva y despreocupación, a estas dictaduras cuatrienales.
Todo, mientras nuestra sociedad va evolucionando a ser dirigida, en muchos casos, por variopintos grupos organizados, oscuros y oligárquicos -de presión- que cuentan con abundantes apoyos financieros y que rayan “la asociación de malhechores” –delito perfectamente tipificado en nuestro código penal y del cual subyace, hoy en día, una profunda amnesia jurídica; entre nuestros “togados” y responsables de la judicatura- y que nutren sus filas con una mas que abundante fauna de individuos trepas y amorales; surgidos en su amplia mayoría de entre las filas de los políticos profesionales, alto funcionariado y ejecutivos de empresas calificadas como “Sin animo de lucro” y semi-oficiales -Hoy, ruinosas en su mas amplia mayoría.
Contemplamos, con algo de frustración, como familiares y amigos, adictos a los distintos regímenes que se han turnado en la nefasta gestión administrativa y política del estado; quedan situados en puestos muy relevantes de nuestra sociedad civil; con mucho clientismo, muy poca formación, escasa dedicación y abundantes recursos privativos. O, según los casos, son retirados -prematuramente- con cuantiosas pensiones -de por vida- y con todos sus descendientes situados como miembros muy destacados de esta nueva “Casta de Aprovechados” española; desde cuyas filas nos siguen administrando. Y, entre los que, aún habiendo casos de patente inocencia en el latrocinio, se patentiza la abstención absoluta de denuncia y acusación – …no oyen, no ven y no dicen nada.
Al mismo tiempo, observamos, con alarma, como los puestos más claves e importantes, de nuestro entramado social y administrativo son ocupados, también, por todas estas personas –enchufados- de capacidades invalidadas, mal preparados y deudoras de inconfesables favores -Hoy por mi; mañana por ti.
Todo, mientras asistimos al envenenamiento, sistemático, de jóvenes generaciones de españoles –financiado con nuestros propios recursos-, por parte de unas oligarquías regionales, asociadas con a los distintos Gobiernos Centrales de la nación, desde siempre –de de derechas y de izquierdas-; con quienes han ejercido una labor de chantaje político -admitido y sistemático- que les ha reportado, ademas, unos innombrables y cuantiosísimos beneficios personales.
Contemplamos, la primera consecuencia de este envenenamiento generacional, con la, mas que probable, fractura irreparable de nuestro estado –como nación y como proyecto- y una pretendida defenestración –obligada- de inocentes ciudadanos, que son, y se sienten, íntegramente españoles. Hipotética expulsión esta; que lo seria en un numero mucho mayor que aquella otra (fraguada por otras, muy antiguas, oligarquías hispanas) que tubo como victimas a los Españoles de religión Judía y fue llevada acabo, en último termino, por los Reyes Católicos –lamentable y lacerante episodio de nuestra historia, que nunca pensamos que podría llegar a repetirse.
Y todo, en la actualidad, por tocarles vivir sobre un trozo de suelo patrio, entregado a las manos de unos caciques aprovechados, araneros, populacheros, separatistas, mesiánicos y, hasta, imperialistas.
Para terminar, sería muy deseable, por parte de la sociedad civil, un poco mas de control de lo que es íntegramente nuestro, de su gestión y salvaguarda. También, a la hora de votar, cabria exigir de nuestros ciudadanos una mayor dureza y determinación en la vigilancia a ultranza, de nuestro estado, de nuestro patrimonio, de nuestros valores y de nuestra nación. Todo, con el loado fin de salvar lo poco que va quedando.
Sera muy deseable la elección de personas capaces de acometer con responsabilidad un proyecto nacional para los próximos veinte años, con una fuerte implicación de la sociedad civil y administrativa.
…Pero, ¿quién osa desautorizar los derechos adquiridos, durante años, por toda esta muchedumbre de aprovechados y parásitos que se acumula, inerte, entre los pasillos y rincones de la función pública -política, administrativa y ejecutiva?
¿O es esta labor, tan ingente que solo cabria entre las manos de algún héroe mitológico de carácter semidivino?.
Trascurridos casi cuarenta años desde “Los Pactos De La Moncloa” -prolegómeno de nuestra constitución-,…espera el inocente ciudadano, con ingenua devoción, la aparición de este magnífico ser; de entre esa diversa fauna –muy estandarizada en pensamiento- del debate político y de la entrevista televisiva, que llega a sus hogares a diario. Todo, en una inefable muestra de fortaleza política y de fe en el sistema, mayor que la de aquellos héroes Numantinos hacia su civilización y su ciudad.
Aunque –todo hay que decirlo-, también, con mucho desencanto, altas dosis de preocupación y mucho miedo al futuro.