Veamos. Eta es la quintaesencia del miedo. Siempre ha matado por miedo (y siembra miedo a causa de su miedo). Miedo ¿a qué?- cabe preguntarse-. Miedo al que viene de fuera. Miedo al mestizaje. Miedo a la apertura. Miedo al cambio. Miedo a la unidad. Miedo a la libertad. Miedo a las diferencias. Miedo a la pérdida de privilegios. Miedo -y también esquizofrenia- a la pérdida de una identidad política inexistente. En definitiva, miedo a la ley, que iguala a los ciudadanos pertenecientes a una misma comunidad, y miedo al advenimiento de una sociedad abierta (liberal), en la que uno vale por lo que contribuye y no por el lugar donde ha nacido o por la casta a la que pertenezca. Miedo – y, por supuesto, mucha cobardía- para enfrentarse al futuro siempre incierto.
Eta ha matado en todo este tiempo para eliminar adversarios, no tener competencia, obtener ventajas políticas y de este modo, imponer su proyecto político.
Así, ha matado porque no podía tolerar que hubiera ciudadanos que creyeran y defendieran la ley – por eso cayeron tantos militares, guardias civiles y policías – ni que hubiera ciudadanos que creyeran en la libertad de pensar (distinto) y nos recordaran que era posible construir una sociedad mejor que la que ellos querían imponer – por eso, de forma selectiva, asesinaron a tantos: Ordóñez, Lluch, Caballero, Múgica…-.
Y Eta, no lo olvidemos, sigue siendo la vanguardia vergonzosa e inmoral del nacionalismo vasco. Todos (“vasquistas”, “abertzales” “jetzales” “progresistas de izquierda”), independientemente de cómo se autodefinan, siempre acaban arrimándose a ellos para obtener sus compartidos objetivos políticos – una reedición más de la teoría del “árbol y las nueces” que reconociera Arzalluz-. Lo estamos viendo claramente estos días. Siempre fue así. Ellos lo saben – los demás también-.
Todo en Eta (y en sus secuelas políticas Bildu/Sortu/Amaiur) resulta engañoso: su autosuficiencia intelectual, su pretendida vuelta a la democracia (¿cuándo fueron demócratas?), sus cánticos de sirena marxistas pasados de moda, sus desafíos supuestamente liberadores, sus justificaciones pseudo históricas, su cobarde arrogancia…y ¿su cese de la violencia?
Lo cierto es que Eta – que tiene su propio calendario de prioridades, no lo olvidemos-, haciendo un certero análisis del momento histórico-político que vivimos (desunión entre los potenciales adversarios, urgencias electorales de algunos, etc.) y aprovechando nuestras debilidades y contradicciones así como todo tipo de apoyo de los nacionalismos oportunistas, va consiguiendo lo que más le interesa. Esto es, ocupar espacios de poder, colocar estratégicamente sus piezas, como paso previo a plantear y alcanzar la ruptura final que alumbrará las futuras instituciones del Gulag marxista y euskaldún, verdadera meta del terror etarra en todos estos años. ¿Será en 2015?
Por ello, ¿dejarán de matar?. Puede ser que sí- eso han dicho ellos-. Sin embargo, y en todo caso, ésto no debiera producirse como consecuencia de su libre decisión sino porque la sociedad española, el Estado de Derecho, la policía – sí, la policía- les hubiera obligado a ello, como a cualquier otra organización criminal. Sencillamente, porque les hayamos vencido.
Hemos construido, no sin esfuerzo, una sociedad dinámica, abierta al mundo, solidaria con él y con un nivel de prestación de servicios que pocos países en occidente podrían siquiera soñar. Y todo ello, a pesar de la oposición mafiosa de Eta. Siempre bajo la amenaza de sus chantajes y pistolas.
Todo lo que somos, los objetivos que nos propusimos, los desafíos que superamos, las metas alcanzadas siempre tuvieron enfrente su oposición y su odio. ¿Qué vamos a esperar ahora de ellos? ¿Desde cuándo la libertad y el progreso de nuestra comunidad –y de la nación- tienen que verse condicionados por lo que ellos hagan o dejen de hacer?
¿Hemos construido un Estado de Derecho – que se dice les ha vencido- y, ahora, vamos a renunciar a que sea la Justicia la que guíe nuestros futuros pasos?
¿Cómo responderemos a quienes confiaron precisamente en la Justicia para no responder con las mismas armas, con el mismo odio?
La pregunta es si estamos nosotros, si está España, en disposición de hacer algo para evitar su victoria.
Un comentario
El nacionalismo vasco ha creado mitos victimistas que solamente se pueden desenmascarar y poner en evidencia con un buen conocimiento de la historia. Y no solamente en su reciente etapa desde la derrota carlista de 1876, sino, al menos, desde los albores de la romanización. Sólo así podremos destruir ese extraño prestigio que van alcanzando hoy día la ignorancia y la mediocridad que, aliadas a veces con cobardías culturales y electorales de nuestros gobiernos locales, permiten al nacionalismo vasco instalar cómodamente sus doctrinas en el pueblo. Algunos piensan que sólo se puede derrotar a ETA por la vía policial, lo que es una ingenuidad ya que ETA cuenta con una “cantera” inagotable de jóvenes conversos a la violencia por los credos independentistas aprendidos en las ikastolas. Otros, quizá todavía más ingenueos, piensan que sólo se puede derrotarla por la “condena ciudadana” o por una negociación política – disfrazada de “entrega” de las armas – en la que solamente pueden salir triunfadoras las tesis apoyadas por la violencia. Solamente desprestigiando las tesis nacionalistas-independentistas vascas – la tercera vía -, atacándolas abiertamente en sus postulados básicos y “sabinianos”, erosionando sus logros conseguidos en las ikastolas y con la introducción del vascuence “batúa”, con la misma paciencia que Ajuriaenea tuvo desde la transición sin oposición de Madrid, solamente así, con la mira puesta en el largo plazo, se podrá hacer frente a ETA y al nacionalismo excluyente apoyado con las pistolas. Cualquier intento policial-condenatorio-negociador no podrá erradicar la violencia terrorista que, abierta o encubiertamente, cuenta con un importante respaldo de la sociedad vasca y desde luego de un amplio sector de los políticos nacionalistas llamados “demócratas”.
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