Basta de disimulos. Todo el mundo sabe que el fútbol, al menos el de primera división, no es un deporte. Es un espectáculo, es marketing local y regional, es imagen corporativa de una ciudad y su comarca, es dinero fresco, es un elemento de cohesión social. No carece pues de trascendencia que Osasuna baje o no baje. Un medio de comunicación serio como Navarra Confidencial no podría pasar por alto los apuros de Osasuna o dejar de alegrarse por la permanencia. Menos aún tratar el hecho como si fuera una anécdota fruto del azar deportivo o del capricho del destino. Si nos limitamos a estudiar la cuestión como un asunto puramente deportivo o de ocio, como si fuera lo mismo que el caso del increíble Indurain, no entenderemos casi nada. No entenderemos la batalla del "Reyno" que con gran empeño supo jugar el presidente Sanz, o la de la "selección vasca", o el escándalo de la "copa del rey", o la ejemplaridad de "la mejor afición del mundo", o incluso la pervivencia de capellanías y santorales en los equipos. El fútbol no es el deporte rey. Es el rey.
Jerónimo Erro