Irrumpieron unos chicos que se creen más que nadie, diciendo que van a cambiar el mundo, empezando por la nación donde nacieron, se criaron, y se educaron. Como nuevos Quijotes dicen que arremeterán contra la deuda, las desigualdades, los poderosos. Nos prometen un nuevo cielo en la tierra, ya que no les valen las reglas que generaciones anteriores se dieron para nuestra convivencia, que nos ha permitido crecer y vivir en libertad, a ellos también. Cuando cayó el Muro de Berlín la derecha no critico con dureza la filosofía que había sustentado semejante atrocidad de la utopía socialista. En el siglo XX irrumpieron en la historia como nuevos profetas y no por una desviación práctica de unas “buenas ideas” sino por la perversión de unas políticas erróneas impuestas al margen de la naturaleza del hombre, que al implantarlas produjeron un inmenso dolor, opresión y muerte a millones de hombres durante muchas décadas.
Hoy otros nuevos profetas de la revuelta callejera se arrogan una superioridad ética y cultural, gracias a que cuando la Transición y con la Amnistía todo se perdono y se olvido por un futuro en común. Pero hoy con “su” memoria histórica pretender acoquinar a la derecha, con una película tergiversada de buenos y malos ocultan su negro pasado que tantas desgracias causo a las gentes del país hace décadas. Hoy en el 36 aniversario de la Constitución del 78, estos nuevos profetas son también el resultado de una educación dominada por el buenismo, donde sólo se habla de derechos y para nada de deberes. Es verdad que la ocasión es propicia para populistas e independentistas: por la larga duración de la crisis, por la magnitud de la corrupción, por la falta de reformas firmes en lo político. Pero tengamos mucho cuidado con pegarle muchas “patadas al edificio”, que tantos esfuerzos nos costó levantar, no olvidemos que sus cimientos están regados con la sangre de muchos españoles, por causa de terroristas que dijeron enarbolar esas mismas banderas izquierdistas.
Los hombres encontramos en el alma tradicional un mecanismo de confianza y sosiego, al apoyarnos sobre la sabiduría patrimonial del pasado. El alma racionalista rompe esos cimientos de confianza y afianza su fe en la energía individual, aunque apunte hacia la vaciedad. Por el atractivo de las utopías hoy mucha gente de buena voluntad se apunta a Podemos, tras un tiempo fugaz de aparente esplendor, les seguirán tiempos de decadencia. Como buenos leninistas Podemos, van acoplando su programa a lo que piensan que sirve mejor a sus intereses, hoy el nuevo programa de Podemos es más suave que el de las europeas, pero igualmente nos devolvería a tiempos pasados antes de los sacrificios. El pretender crear 3,5 millones más de funcionarios, acortar la jubilación, renegociar la deuda, aumentar las cotizaciones sociales (sic) terminarían por sacarnos del euro, acercándonos a los países anecdóticos que tanta inestabilidad producen. Sin duda debemos corregir y remozar el edificio estatal, pero no derribarlo. Para ello tendremos que hacer un gran ejercicio de serenidad y sobre todo de humildad tanto las gentes corrientes, como los políticos, como los empresarios, como los medios de comunicación