Cuando falta no se hace sino bajar y bajar. Los problemas de Navarra son profundos, mucho mayores que el paro, la corrupción o las listas de espera. Mayores incluso que la estrategia avasalladora de una minoría nacional-socialista que con dineros vascongados pretende su particular «anschluss» antinavarro.
Son problemas compartidos por todo Occidente. Tienen que ver con el cáncer de las ideologías, y con una especie de suicidio moral y demográfico; con el materialismo y el relativismo, con el ninguneo de la familia, con el repudio a la propia historia, con una perversión de la misma idea de autoridad. En este caldo de cultivo lo raro sería que Navarra siguiera incólume, como «reserva espiritual» en un mundo fuera de si.
Por eso la batalla electoral, la cosecha del domingo, pase lo que pase, no va a cambiar el hecho cierto de que se han sembrado vientos y que un día de estos se van a recoger tempestades. El problema no es que sean muy listos los del caballo de Troya. Ni muy trabajadores los ideólogos que reescriben la historia. El problema es que faltan, desde hace décadas, moral de victoria, fe, esperanza y caridad entre quienes, en teoría, tenían algunas cosas claras.
Falta convicción y eso se nota. Falta moral de victoria. Faltan argumentos de peso más allá de la defensa del puro «bienestar». Los aprovechateguis que sueñan ahora, otra vez, con el cambio tienen razón cuando hablan de un régimen cerrado, caduco, burgués, acomodado. Ellos son igual de cerrados, caducos, burgueses y acomodados. Pero tienen moral de victoria.
Un comentario
Sigue sin darse la Batalla de las Ideas. Y si no la das, pierdes por incomparecencia.
Y por idiota. En su significado más griego de la palabra.