Es curioso que en este mundo tan sofisticado, repleto de observatorios, inspectores, consultorías, cámaras de seguridad y encuestadores televisivos hayan tenido que ser los obispos, -los directivos de la institución más vieja de España- los primeros en denunciar públicamente una realidad evidente: que muchos niños inmigrantes están desmadrados.
Es maravilloso poder entregar los hijos y los ancianos españoles a los cuidados amorosos de una dulce señora sudamericana. El problema es que sea una señora, no un robot, porque eso supone que los hijos y los viejitos propios -los de la señora-, quedan huérfanos de facto, a pesar de la platita ganada con sudor para unos y de las remesas enviadas al otro lado del mar para otros. Los indígenas de acá estamos tan engolfados en las estrategias de la igualdad de género que no vemos nada y no se nos pasa por la cabeza pensar que parte de la increible liberación de la mujer europea pudiera estar basada en la no-liberación de la mujer americana. ¿Cómo se puede sentir una liberada cuando sabe que sus hijos andan por ahí, expuestos a trocar su tambaleante red familiar natural por una gloriosa banda juvenil? Dicen que hay actualmente en España 803.857 menores nacidos en el extranjero ¿cuántos de ellos no viven con sus familias?. Disculpen que no aporte el dato concreto para Navarra pero… que quieren que les diga. Casi como que me da igual porque supongo que andaremos más o menos en la media. Cosas de la globalización.