Ahí tienen otro ejemplo de lo que les digo. Lo que en otros tiempos eran capuchinos o misioneros que entregaban su vida para enseñar el Astete a los chavales son ahora en Lesaca borroquillas crecidos que se inmolan a la diosa-nación vasca. No queman incienso sino cajeros, la Bordatxo, o la T-4. No anuncian el amor sino el odio. Y lo predican con bastante coherencia, por cierto, con el mismo empeño tosco de los primeros musulmanes.
Lo que está pasando no es cuestión de radicalismo sino de una fe pseudorreligiosa que se ha ido a cimentar sobre unos principios que no salvan a nadie. En el cristianismo la radicalidad suele producir eso que llamamos santos, gente buena cuyas imágenes se sacan en procesión. En cambio en esta otra religión nazi la exageración del aparentemente inofensivo error inicial -estamos hartos de verlo- produce antihéroes que destrozan su vida y la de los demás. La cuadrilla de jóvenes etarras de Lesaca se forjó al amparo de las mentiras de un PNV mayoritario. Y ahora esos moderados, los euskocreyentes presuntamente no-radicales, los votantes de "Nafarroa-baybay", salen a las calles de un pueblo navarro para defender a los "sacerdotes" sangrientos de un culto despiadado. Habrá que volver a leer las historias de Hernán Cortés y compañía. Muchos indígenas se alegrarán cuando acaben los sacrificios humanos.
Jerónimo Erro