La saturación informativa sobre los curas pederastas (homosexuales-pederastas habría que matizar) que estamos sufriendo los católicos en estos días es un ataque en toda regla. Así que o espabilamos o nos arrinconan y nos empiezan a quemar las iglesias. Sí, ya se que esto último suena bastante exagerado pero como no sería la primera vez… Además ¿no están ocurriendo ya persecuciones suficientemente violentas en Irak, en China, en la India, en Egipto, en Tierra Santa, en Sudán, en Nigeria? Y si no nos las queman seguro que al menos nos las expropian. Cuando digo espabilar me refiero a que seamos capaces de lanzar un contraataque defensivo en toda regla. Lo de poner la otra mejilla esta muy bien y tiene mucho mérito cuando es la mejilla propia lo que ha de recibir un bofetón injusto. En cambio resulta muy pero que muy cobarde poner la cara de otro; y eso es lo que se está haciendo por parte de muchos presuntos católicos cuando se achantan ante la oleada censora periodística. La defensa de la Iglesia, nuestra madre, no es una cuestión de orgullo personal. El escarnio que se está haciendo con tanta mala leche no es lo mismo que si físicamente nos pegaran un cachete a cada uno. Me da la impresión de que ante las acusaciones que se están aireando lo único que trasciende es una respuesta buenista, timorata y acomplejada lo cual es contraproducente porque el matón inmoral siempre se ceba con el débil. ¿Es que no se nos ocurre otra cosa mas que pedir perdón? ¿Es que no nos damos cuenta de la mala intención que hay detrás del teatro mediático?. Y sin embargo es preciso decir la verdad, toda la verdad, venga de donde venga y airear las vergüenzas de todos los enemigos de la Iglesia, que son muchas. A lo mejor resulta que el titular periodístico debiera ser: «El clero católico es, de entre los colectivos que trabajan con menores, el que tiene un menor índice de pederastas».