La economía sumergida existe y a este paso vamos a ser como la Atlántida, el continente perdido. El platillo de la balanza de los autónomos y asalariados no podrá mantener por mucho tiempo al otro en el que se sitúan los parados, los niños, las amas de casa, los pensionistas, los administradores públicos y la casta parasitaria de los políticos. Por eso todos sabemos que la economía sumergida está ahí aunque no se vea.
Pero no es suficiente. Si la energía económica ni se crea ni se destruye ¿de qué clase de cornucopia sale toda esa riqueza que llueve sobre todos los rincones del tejido socioeconómico como los caramelos de los Magos? Supongo que al final todo lo que sobrepasa la vida normal de la gente normal que mantiene normalmente a sus familias normales, es decir, todo ese mundo fastuoso de las subvenciones el pan y el circo, sale de donde no debió salir porque consigue tapar ahora un problema que generará otros cuatro de difícil solución. Sale de la energía de los inmigrantes, que ganan a costa de desatender a su familia y a su país. Sale de los recursos futuros a base de hipotecar a las generaciones venideras. Sale de la sobreexplotación de los recursos naturales, como si no fueran bienes fungibles. Y sale de nuestras mismas entrañas, haciéndonos cada vez más insensibles a todo. Este plan no merece la pena si lo miramos a largo plazo: no es sostenible. Por eso precisamente tenían que pasarnos la palabrita por la cara.