De verdad que no quiero hablar demasiado del PP de Navarra, un pequeño partido todavía no muy popular que balbucea reencarnado en un ente político recién nacido. Pero como ejemplo me sirve porque me gustaría llamar la atención sobre la tan traida y llevada democracia interna de los partidos. Se comenta en Pamplona que el PP no encuentra candidato a presidirlo y yo me pregunto: ¿no tiene afiliados? ¿qué problema habría entonces en reunirlos para que entre ellos se pongan de acuerdo? ¿por qué necesitan más tiempo? ¿qué tiene que ver lo que opinen "en Madrid" para que salga uno u otro resultado? A lo mejor resulta que los partidos políticos que sustentan este sistema tienen que ser como el ejército americano, ese complejo mecanismo pensado para imponer la libertad. Tal vez los partidos hayan de ser empresas jerárquicas que se establecen para hacer posible la democracia. Pero en ese caso deberían contárnoslo así en vez de mantener el mito del partido como agrupación libre de afiliados. Si para saber quién va a ser el elegido en Navarra hay esperar a ver qué dice "Madrid" ¿para qué se celebra un congreso regional? ¿no bastaría con invitar a los afiliados a un vino para comunicarles el ascenso del agraciado?
Jerónimo Erro