Los antiguos jipis del siglo pasado se reían de la gente bien vestida que decía “buenos días tenga usted” tocándose el sombrero. Se reían de las fórmulas, de los ritos, de la cultura, de la civilización. De esas cosas que complican las relaciones sociales para hacer más fácil la vida. Y peor aún: se rieron de los fundamentos. Apostaron por el retorno a la zoología inaugurando nuevas fórmulas, nuevos ritos, otras culturas, nuevas formas de civilización. Y el señor tiempo, justiciero, hizo los cambios necesarios para que todo siguiera igual. O al menos igualmente empeorable. Las convulsiones del siglo XX nos demostraron dos cosas: que la cultura y la civilización, la moral y las educación, el buen gusto y la calidad pueden retroceder (por ejemplo: el “chiqui-chiqui”) porque somos gente libre de frágil memoria en la que no podemos confiar ningún amejoramiento automático. Además no se puede vivir en el vacio intelectual, sin ritos, ni fundamentos, porque la supresión de cualquier ideal no significa mas que su sustitución por otro, acaso menos verdadero. La Navarra católica, foral y desestresada de nuestros abuelos era mejorable. Esta otra, materialista y burocrática todavía tiene mucho que empeorar.
Jerónimo Erro