El partido en el Gobierno –el más votado de Navarra- ha nombrado vicepresidenta a Yolanda Barcina. Su nombramiento puede tener muchas lecturas y muchas consecuencias para el futuro. Habrá quien considere que nada cambia, y que lo único que hace UPN es reafirmarse en sus viejas inercias y en sus viejas caras. Yo no lo creo así, aunque quizá me equivoque. Barcina sonaba insistentemente como sucesora de Miguel Sanz para las próximas elecciones. Ha sido la mejor alcaldesa de Pamplona, reconocida en privado incluso por sus enemigos. A mucha gente le sentó muy mal que el Presidente repitiera en unas elecciones en las que UPN iba a acusar, lógicamente, el desgaste de muchos años de gobierno. Sanz no lo ha hecho mal, pero empieza a enquistarse en un puesto en el que ya pesan demasiado sus errores. Nuestra alcaldesa aguanta bastante mejor el desgaste, es más querida, y sin embargo, dudó seriamente antes de presentarse a la reelección. Quizá su actual nombramiento tenga que ver con su decisión de repetir en la alcaldía de Pamplona. Barcina es una persona con un enorme potencial político que ya ha hecho todo lo que tenía que hacer en la ciudad. Era comprensible su hastío y falta de ilusión para volver a presentarse a la alcaldía. Es su momento de dar el salto a la Comunidad. Pero Sanz se aferra al sillón, cerrando todas sus posibilidades de futuro. El nombramiento como vicepresidenta le abre nuevas perspectivas, y a la vez, es un guiño del Presidente a los que critican su continuidad. De alguna manera nos dice a todos: yo me voy en cuatro años y dejo a mi sucesor bien situado. No me voy a perpetuar en el sillón. He recibido el mensaje ¡Ya era hora! Más vale tarde que nunca y esperemos que no se pierdan las elecciones por culpa de Sanz. Y también esperemos que sepa enmendar algunos de sus errores. El Presidente fascina a los madrileños, que lo admiran por su claridad y su determinación, pero en casa ha perdido apoyos. Su gestión no ha sido mala, pero se les escapan ya algunos tics de “tipo aferrado al poder” que tendrá que corregir, y su camarilla se está cargando un partido que necesita nuevas caras y nuevas energías. Los próximos cuatro años tienen que llenar de esperanza a los navarros, porque estas elecciones van a ser las del miedo y a la defensiva. La inmigración, el crecimiento brusco de las necesidades en todos los campos que esto provoca, la presión renovada nacionalista, la educación, el futuro industrial de Navarra son temas que exigen dinamismo, ojos nuevos e ideas diferentes. Son retos que van como anillo al dedo a Barcina. Esperemos que en estos cuatro años, ella sea capaz de renovar el partido y de aparecer ante los navarros como una opción de futuro. Y esperemos que Sanz le deje hacer. Porque el asunto corre prisa.