PROGENITOR Y PROGENITORA La realidad es anterior a la palabra Cuando se reforma el lenguaje de una ley suele haber gato encerrado. A veces puede parecer que lo que nos cuelan es sólo una manía políticamente correcta, o un eufemismo barato. Pero la mayor parte de las veces esos cambios no son inofensivos, esconden tentativas de lavar el cerebro a los ciudadanos. Soy filóloga, estudiante de una doble licenciatura, sé un poco de lo que hablo, necesito el lenguaje casi tanto como el oxígeno. Pero, como saben, también es algo que facilitó las cosas a nazis y comunistas. De todas formas, los dictadores pueden manejar el lenguaje para decir lo que necesitan y encubrir lo que quieren, pero tarde o temprano la realidad, anterior a toda palabra, se acaba imponiendo por sí sola frente a lo inverosímil. Ahora, como saben, el sustantivo «padre» va a ser sustituido por «progenitor A», y el de «madre» por «progenitor B» en las inscripciones de nacimiento. Lo que hace esta reforma, por tanto, es eliminar la marca de género femenino, sustituir lo que era dual por un supuesto genérico masculino que abarcaría todo (lo cual ya se ha visto que es erróneo puesto que existe el término «progenitora»). Lo que en el fondo se persigue con esta nueva patada al lenguaje es emborronar dos realidades (maternidad y paternidad) en un solo término «progenitor» (de uso menos frecuente), acompañado de las variables A y B (¿qué tendrán que ver las mates con todo esto?). Es decir, se toma a los padres por una especie de «progenitores por casualidad» (un imposible), y además «alternativos», intercambiables entre sí, sustituibles casi por cualquier cosa (otro imposible). Es evidente que se están utilizando otros términos para camuflar la naturaleza real de ciertos proyectos, se está intentando borrar el significado de las palabras («progenitor» viene del latín: «progenero» significa «engendrar», y eso es siempre cosa de dos, y de dos de distinto sexo, pues la clonación reproductiva está, creemos, prohibida). Por mucho que nos quieran vender la moto, decirnos lo que es normal o anormal, lógico o ilógico, aceptable o inaceptable, democrático o antidemocrático, progre o decadente, nuestra madre será nuestra madre, nuestro padre nuestro padre, y los llamaremos mamá y papá, y pretender cambiar eso es pretender cambiar la realidad. Y cualquier cigoto, no clonado, se habrá formado de su óvulo y su espermatozoide, y tiene todo el derecho del mundo a saber de dónde salió, a quién salió, como el resto de los mortales. Permítanme una última perogrullada: no elegimos a nuestro padre ni a nuestra madre, pero tampoco lo son por casualidad, y menos aún por interés, sino porque, libremente, quisieron darse por nosotros en un acto creador que les complicaría la vida. Qué menos que llamarlos como es debido ¿no? Leticia Moreno Pérez