El debate de los últimos días (en el que no entraré) sobre el convenio entre el SNS y la CUN está llamando la atención sobre un aspecto de nuestra comunidad: las fobias que una parte de la sociedad navarra tiene hacia la Clínica, hacia la Universidad de Navarra. Opus kanpora!
¿Por qué odiamos al Opus?
La Universidad (Clinica incluida) es la segunda empresa de Navarra en creación directa e indirecta de empleo y de riqueza. No solo da trabajo a miles de familias, sino que impulsa la actividad económica de muy diversos sectores (hostelería, taxis, pisos, pequeño comercio, y un largo etcétera). Y, tratándose de una entidad sin ánimo de lucro, nadie se lleva beneficios, sino que estos (cuando existen), se reinvierten en la propia institución (es decir, en Navarra). Más aún, si la Universidad se mantiene es porque hay gente desinteresada que, lejos de llevarse dividendos, dona dinero para que se pueda seguir dando este servicio a la sociedad.
Por otro lado, la UNAV es generadora de educación y de cultura. Permite a muchos jóvenes navarros estudiar carreras que no podrían hacer en otro sitio, y en algunos casos carreras de gran prestigio. A menudo, pagando demasiado dinero (es la pega de ser universidad privada); en ocasiones, con becas, también de la propia Universidad. La Clínica da un servicio sanitario excelente que, con el SNS, constituyen una referencia nacional. Todos ellos también potencian la marca Navarra, y sus profesionales llevan por todo el mundo el nombre de nuestra Comunidad foral.
Entonces, ¿por qué nos caen tan mal?
Quizá es por sus ideas. Efectivamente, tienen un determinado ideario con el que uno puede no identificarse. Sin embargo, está claro que no se lo imponen a los alumnos ni a los profesionales. De sus aulas ha salido gente de toda condición, como puede verse en la actual composición del Gobierno. También hay algunos profesionales de la UN que han pasado a trabajar en el establishment político actual.
A parte de las ideas que uno puede no compartir, seguro que tienen otros defectos, como cualquiera. Pero no creo que sean tan grandes como para merecer el rencor que a veces se muestra hacia ellos.
Algunos han citado la fábula de la serpiente y la luciérnaga, en la que la una quiere comerse a la otra porque «odio verte brillar». Yo me niego creer que la sociedad navarra sea envidiosa.
Independientemente de lo que se haga con este asunto puntual del convenio, pienso que deberíamos pensar bien por qué vemos así a la Universidad, y si esta se lo merece. Y ponderar si no nos iría mejor a todos trabajando en común, y pensando más bien en poner las cosas fáciles a una institución que tanto beneficia a Navarra.