Toda España ha quedado conmocionada por la tragedia que hemos vivido en el accidente del avión en el madrileño aeropuerto de Barajas. 153 vidas han quedado segadas en un instante, familias enteras e, incluso, bebés de pocos meses o años. Todos los dirigentes políticos y sociales, nacionales e internacionales, han enviado sus condolencias a las familias de las víctimas y han ofrecido su solidaridad y apoyo. Los obispos e incluso el Papa han ofrecido oraciones por la víctimas y por sus familias y nos han pedido a los católicos que hagamos lo mismo. Muchos estamos todavía sobrecogidos por la tragedia y hemos hecho lo que estaba en nuestra mano para expresar nuestro dolor con minutos de silencio y oraciones. Sin querer rebajar la magnitud de esta tragedia quiero sacar a la luz otra tragedia cotidiana, de mayores dimensiones, a la que nadie parece prestar atención. En estos tres días de luto que se han decretado han muerto en España 1000 (sí, mil) niños víctima del aborto y en lo que llevamos de año unos ¡75.000!. Pensemos por un momento cuál habría sido la reacción de todos si hubiese habido una tragedia similar a la de barajas en una maternidad de un gran hospital. ¡Pues más que eso está sucediendo cada día!. Reflexionemos: ¿por qué la muerte de un niño víctima del aborto no nos afecta como la de un niño en un accidente? ¿Cómo es posible que llevemos 75.000 niños muertos en España y no haya ninguna reacción? ¿Qué es lo que nos está pasando?