Por alguna razón misteriosa, casi todo el mundo está crispado como modo de vida permanente. Es el subidón constante que hace pensar en una sociedad muy fumada, con una pérdida constante del sentido común, esa cosa que nos unía a los demás aunque fueran distintos, y que parece batirse en retirada. El movimiento de los chalecos amarillos en Francia, o los que se quejan de todo y salen a la calle a manifestarlo para que se sepa, parecen profesionales de la crispación, gente muy preparada para incordiar en cuanto tengan la menor ocasión.
Y eso se junta con los que saben que la gente se enciende cada vez con mayor facilidad: han descubierto en la provocación, en el enfado provocado, su mejor arma para controlarlo todo con una mayor facilidad. Y la gente cae en la trampa ahora ya casi sin darse cuenta: se enfadan por tantas cosas y con tanta frecuencia, que no les queda tiempo de pensar que están bailando al son del crispador profesional, para que sigan bailando y le dejen a él hacer lo que le venga en gana. Esta misma mañana me he encontrado con personas crispadas ¿Motivos?.