La primera impresión, la primera vista que alguien percibe cuando llega a un lugar, en ocasiones influye de tal manera que genera un estado de predisposición al respecto de la apreciación posterior. Cuando una persona accede a Pamplona por la entrada sur, una vez que abandona la zona comercial y los concesionarios de coches, llega a un flamante parque de bomberos y antes de llegar a la sede del emblemático Diario de Navarra, el edificio de lo que hace muchos años fue una fábrica de electrodomésticos y que después de diferentes actividades, una parte queda abandonada y otra en parte de uso del Gobierno de Navarra. Este edificio es aquel que por medio de una larga pared que un día fue blanca, con unas cristaleras en las que hay que resulta más dificultoso encontrar el cristal no facturado que apreciar una cristalera abandonada a la ruina. Imaginar cómo se encontrará el interior, del edificio que abre la puerta a Pamplona no es difícil, viendo la fachada que proporciona la imagen externa, estarán de acuerdo conmigo de que el interior puede estar en estado irrecuperable. Lo cierto es que una de las entradas a la capital navarra, que con probabilidad cuente con la mayor afluencia, muy a la par de la entrada norte (de la que podemos hablar en otro momento), ofrece una imagen ruinosa con un edificio, que presenta una identificación al público del Departamento de Interior del Gobierno de Navarra. Sería bueno, pero que muy bueno, por lo menos que a quien le corresponda, le ponga una cara limpia y recién lavada para que al llegar a ver la hora y la temperatura en la torre del Diario de Navarra, un visitante a la llegada a Pamplona inicie la visita con una grata apreciación inicial.