Entre las múltiples cosas que vieron la luz pública el año pasado está un informe de la OCDE, “Panorama de la Educación”, hoy ha vuelto a ser noticia, que ponía de relieve la gravedad de la crisis por la que atraviesa la enseñanza en nuestro país. Según las últimas estimaciones la tasa de fracaso escolar en la Enseñanza Obligatoria afecta a 3 de cada 10 alumnos. El estudio reflejaba también el fracaso en la educación no obligatoria en un porcentaje muy similar. Un 28 por ciento de los estudiantes españoles no tienen título de Bachillerato o de Formación Profesional.
Tenemos un grave problema si un tercio de nuestros jóvenes se quedan fuera de la enseñanza obligatoria y de la voluntaria. Sin duda el factor económico es importante: la inversión pública en enseñanza, según este informe es del 4,2 por ciento del PIB, un punto menos que en los países europeos de nuestro entorno. Pero también es decisiva una crisis cultural. Como decía el poeta francés Charles Péguy, las crisis de educación son crisis de adultos. Es a los adultos a los que les compete la tarea, fuera y dentro de los colegios, de suscitar el interés no solo por los conocimientos, también por una tradición que los jóvenes necesitan para afrontar el presente, para implicarse en la realidad y para estimarse a sí mismos.