CONCILIACION SI, PERO PARA TODAS La conciliación y la igualdad plena son objeto de estudio estos días en nuestra comunidad. Sin embargo, poco o nada de tiempo, se está dedicando al binomio que posibilite conciliar Familia y Hogar, aunque sean muchas las mujeres y muchas las madres y muchas las familias que lo desean y lo prefieren. No todos ni todas pensamos, como recogen algunos medios, que se deba llamar «cargas familiares» a un trabajo que, como cualquier otro que se haga con profesionalidad, respeto y pensando en el bien común, tiene un inmenso valor y resulta totalmente necesario. Parece que este asunto empieza a ser reinvindicado por una sociedad que conoce su importancia y su necesidad. Si hablamos de la conciliación sólo en un sentido, como trabajo fuera de casa, estamos estableciendo una especie de dogma de fe, estamos imponiendo un modelo de vida muy concreto y limitado. La mal entendida igualdad no debe convertirse en una imposición; no podemos negar la libertad, que tienen todas las mujeres, de decidir cómo quieren realizarse, qué tipo de vida personal, familiar y laboral desean elegir. El trasnochado feminismo, que agoniza por momentos, ha hecho de la huida de la familia su bandera y ése ha sido su principal error. Nadie puede ya sostener que el trabajo de millones de mujeres en su hogar no es un verdadero trabajo y que además ahorra al estado un sinfín de dinero por no hablar de los claros beneficios que recaen sobre los más necesitados: niños, ancianos, dependientes o minusválidos. Hay muchas, muchísimas mujeres cuyo sueño no es compartir las horas de plumero o de fregona con su pareja, es un sueño mucho más ambicioso: dar a los seres que aman, sus mejores años, sus mejores esfuerzos y sus mejores conocimientos. ¿Por qué no empezamos a ser justos y les devolvemos lo que aportan y el reconocimiento que se merecen?. Pilar Pérez