La polémica sobre la nueva ley del aborto está llevando el debate a un terreno equivocado. Nos enzarzamos continuamente en razonadas sinrazones para intentar justificar que abortar cuando el feto tiene 16 semanas es correcto, o que la madre de 16 años ya puede abortar sin el permiso de sus padres. Pero la edad no es la cuestión, ni la del feto ni la de la madre.
El defender o no el aborto no debe depender “una posición o un camino ideológico o religioso”. La humanidad debe tomar la decisión correcta, y esta no puede ser a la vez abortar y no abortar, dependiendo de qué piense quien lo haga. No hay muchas éticas a las que cada uno pueda apuntarse según le convenga, como si de una asociación deportiva se tratase. Toda la humanidad es del mismo equipo, un mismo equipo…y debe llegar a la conclusión acertada. Y para los alérgicos a la esencia, reflexiono desde la existencia y la ciencia.
La ciencia y la investigación actual nos ofrecen suficientes datos para darnos cuenta de que lo que allí se está desarrollando, y ya existe, es un ser humano, una persona.
Y sin profundizar hasta el nivel molecular y para se comprenda con facilidad: desde el mismo momento de la concepción, de la unión del óvulo y el espermatozoide surge una nueva vida, un individuo único e irrepetible, con un código genético concreto y también único.
Si los de CSI tomaran las células de un embrión para realizarle las pruebas de ADN tendrían que determinar que esas células pertenecen a una persona ya existente, no a un ser vivo no identificado y de vaya usted a saber qué especie…
El sentido de la propiedad, que tan extendido está en nuestra sociedad, pretende tomar parte en este asunto y se defiende equivocadamente que, cuando una mujer aborta está tomando una decisión sobre su propio cuerpo. “Nosotras parimos, nosotras decidimos” gritan enfervorizadas las partidarias de lo que llaman “libertad y progreso”. El progreso no está en quitar vida, sino en conservarla. Y la decisión de abortar, no es una decisión que se toma sobre el propio cuerpo, sino sobre el de otro individuo de la especie humana. Sobre otra persona que, efectivamente está dentro del cuerpo materno, pero que insisto, no es el cuerpo materno, sino que tiene identidad propia.
Ni que decir tiene que nadie tiene como propiedad a otra persona –la esclavitud se abolió hace tiempo- ni siquiera a los propios hijos. Ninguno de nosotros aceptaría tal aseveración con respecto a nuestros progenitores, ¡somos libres!, pues no pretendamos nosotros “poseer” a nuestra descendencia. Los padres tiene el derecho y el deber de proteger los derechos de sus hijos, y el primero de ellos es la vida.