Parece ser que el caso de la manada okupa, o según se mire el caso de la falsa denunciante, se ha decidido que ya no aparezca más en los medios. Al menos en los medios en los que ha aparecido, que tampoco son todos, y desde luego no de la manera y con la visibilidad de otros casos. De este caso se ha hablado un día y a partir de entonces se ha echado tierra sobre el asunto. Lo último que sabemos es que, al parecer, los okupas acusados declararon ante el juez y fueron puestos en libertad. Y siguen en libertad, probablemente por las calles de Pamplona, paseando entre nosotros, y aquí nadie hace nada ni dice nada porque la justicia heteropatriarcal, al parecer, a veces hace bien considerando que hay hermanas que no son del todo creíbles. Por ejemplo cuando los acusados son okupas. Así que tenemos a los okupas paseando libremente, a los taldes feministas totalmente mudos y mudas y al alcalde de Bildu, encima, echando la culpa a la sociedad de proteger al agresor y culpar a la víctima, a la par que receta discreción absoluta.
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Pues no. Es decir, claro que la postura correcta sigue siendo la discreción y el respeto a la presunción de inocencia, a la par que la investigación policial y el confiar en la Justicia. Por supuesto que sí. Pero olvidar la doble vara de medir y las contradicciones de la izquierda y el feminismo, claro que no. Respecto a eso no se puede respetar ninguna omertá ni mantener ninguna discreción. Por el contrario, es algo que se debe insistir en señalar y denunciar.
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No puede ser que el tratamiento judicial y mediático de unos acusados dependa de su perfil político o de su nacionalidad. Y no puede ser que hayan tenido que acusar a tres okupas para que el feminismo cuestione la versión de una denunciante.
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