Un genocidio sobre las vidas prenatales ha sido legalizado por el Estado, esencialmente producto de una gesta que comenzó hace 15 años en el suelo argentino. Tal como se estableció en “Roe vs. Wade”, el poder judicial allana el camino para que las prácticas abortivas sean toleradas por parte del poder estatal; luego, la ratificación parlamentaria es una mera cuestión de tiempo.
Así sucedió en Argentina con el fallo FAL y gran parte del sector ProVida sigue creyendo que este proceso se revierte acudiendo a la Justicia o apoyando a la socialdemocracia que firmó los convenios con Casa Fusa o Fundación Huésped. Es más que necesario separar el trigo de la cizaña, por ello es que el sector ProVida debe erradicar a quienes en algún punto ayudaron a que tanto oficialismo como oposición, en cada una de sus gestaciones, promovieron la nefasta agenda del progresismo internacional.
El buen combate se ha de librar hasta el último día de vida que tenga uno en esta tierra y debe comprenderse que no está mal ser un orgulloso perdedor. Oficialistas y opositores gozaron del financiamiento internacional más el avance cultural en los campos mediáticos y educativos, hegemonizados desde hace más de una década por la agenda feminista; la humildad de los verdaderos ProVida, aquellos que no vendieron sus ideales para conseguir algún puesto dentro del Congreso, es lo que los ha dignificado. Algunos desde un simple comentario en redes sociales, otros portando un pañuelo celeste en el trasporte público, habrá quienes usen su pluma mientras alguien más decida rezar; cada uno sabrá que hizo cuanto pudo por defender al inocente, pero manteniendo el fuego que lo llama a redoblar esfuerzo.
Cual David contra Goliat, estar dentro de una doctrina de Verdad y de Vida lo lleva a uno a estar siempre en combate en medio de la adversidad, pero con la confianza ciega que no es uno el que finalmente vence. Por eso no queda más que pararse digno en la vida y comprender que todo proceso virtuoso es a largo plazo, el buen combate sigue.