El cuento de la pobreza menstrual

Entre los 12 y los 50-51 años, normalmente, las personas de sexo femenino suelen sufrir un sangrado vaginal de periodicidad mensual que, simplemente, prepara al organismo ante la posibilidad de un embarazo, de la gestación de un nuevo individuo.

Esto se trata de la menstruación, un cuadro clínico que por lo general no trasciende más allá de la necesidad temporal de productos de higiene íntima para tratar el flujo de sangrado y el posible uso de algún analgésico o antiinflamatorio (normalmente, paracetamol o ibuprofeno).

Tampoco es un asunto que suponga estigma social. De hecho, en nuestras sociedades, económicamente hablando, es tan accesible cuidar ese concepto de higiene igual que la higiene de manos en nuestro día a día (básicamente, las necesidades de aseo personal).

No obstante, la izquierda posmoderna, esa que sin renunciar a sus fundamentos de base se centra más en cuestiones sociales y culturales, ha encontrado un nuevo motivo para sembrar un «apocalipsis» entre la población: la pobreza menstrual.

En menos de dos meses, un nuevo motivo de «emergencia sanitaria» en Madrid

Durante la campaña electoral de los comicios autonómicos madrileños del pasado 4 de mayo, no fueron conceptos como COVID19vacunas, mascarillas y confinamientos los únicos que coparon las «conversaciones sanitarias» de la campaña electoral.

En Más Madrid, esa escisión de PODEMOS que desarrolla una estrategia más práctica, centrada en cuestiones sin acento «antisistema», mucho más sociales y «aparentemente transversales» (medio ambiente, «identidad sexual», salud mental, animales…), optaron por sumar, matando dos pájaros de un tiro.

Empezaron a dar a entender que una considerable proporción de mujeres madrileñas era víctima de la «pobreza menstrual», llegando a sugerir incluso que se trataba de «un reto» del presente siglo veintiuno.

Llegaron incluso a hacer estimaciones matemáticas de las cantidades de productos del correspondiente concepto de higiene que una mujer necesitaba durante determinados periodos de tiempo, e incluso a entrar con datos de un ámbito nacional. De ahí que acabasen creando, como explicaremos, un nuevo «derecho».

«Productos gratuitos» y «permisos laborales»

Mientras que, por otro lado, les abochorna que en Madrid haya menos impuestos autonómicos así como un tramo de IRPF más bajo (aparte de bonificarse los primeros grupos de herederos en materia de Impuesto de Sucesiones), se exigió la «gratuitad» de los productos de higiene íntima usados en estos casos.

De hecho, se propuso habilitar dispensadores en distintos espacios públicos de la Comunidad de Madrid, entre los cuales figurarían los hospitales, las universidades, los institutos, los colegios, los juzgados y los centros comerciales.

Pero es que el asunto no expiró tras el aplastante «efecto Ayuso» que se ratificó en las urnas. Esta semana pasada comenzó a ser noticia que la formación de la «médico y madre» había sido responsable de un descubrimiento muy importante en la medicina matritense.

Normalmente, la menstruación no ha impedido a nadie desarrollar con normalidad sus labores domésticas, profesionales u académicas. El agotamiento no ha sido superior al que pueden ocasionar una gripe cualquiera o una cardiopatía.

Ahora bien, para estos comunistas, se trata de «un riesgo laboral» que debe de generar el derecho del trabajador a solicitar una «baja médica«. A través de una PNL consideran que una mujer debe poder librar unos tres o cuatro días al mes, si se encuentra en periodo menstrual.

Con lo cual, podríamos decir que se van a inventar el derecho a una «menstruación digna». Bueno, al menos, eso digo yo, porque, al fin y al cabo, disfruta con los llamados «pseudoderechos», que suponen, al menos, una coacción económico-fiscal de terceros.

Todo bajo la dinámica habitual del estatismo

El estatismo o socialismo acostumbra a crear problemas inexistentes así como a sembrar caos cada vez que lo necesita. Pero no deberíamos de extrañarnos, en verdad, si sabemos que necesitan mantenernos como sujetos dependientes.

Con lo cual, yo diría que la alarma sobre la pobreza menstrual es tan exagerada porque se necesita crear un nuevo propósito para aumentar el gasto, justificar una alta fiscalidad y obstruir la creación de empleo (bueno, y qué mejor forma que no sea hacer un combinado con tintes feministas…).

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