Dije en varias ocasiones, desde mediados del año 2020, que una vez que remitiese de una u otra forma, por decirlo de alguna manera, la situación “pandémica” ocasionada por el coronavirus codificado como COVID-19 o SARS-CoV-2, se nos volvería a azuzar con el rollo del “cambio climático”.
Es cierto que los periodos de temperaturas extremas del verano de 2021 y adversos fenómenos como la tormenta “Filomena”, después de la Epifanía del Señor, alguno ha querido dar a entender que todo había sido culpa de nuestra, desatando la histeria que bien conocemos.
También han aprovechado los acontecimientos de algunos incendios forestales, aunque yo sabía que hasta que, en líneas generales, la campaña de vacunación no avanzase (aviso a navegantes de que no es el motivo de este artículo discutir sobre ese tema sanitario), no se cambiaría de “tema central mediático”.
Al menos, así ha sido tomando el indicador que se ha tomado: la figura de Greta Thunberg, quien ya es mayor de edad y va a pasar a la historia como la herramienta más idónea para el sensacionalismo propagandístico de lo que no deja de ser una apuesta por el socialismo. Leeremos más a continuación.
De las “huelgas vespertinas” a los cierres de campaña electoral
Volvieron otra vez las famosas “huelgas por el clima”, celebradas algunos viernes, sin suficiente éxito. Solamente nos enteramos de ellas quienes seguimos el “politiqueo” en las redes sociales. De hecho, pese a que podrían servir como “puente escolar”, no tienen demasiado atractivo.
Ya sabemos que se utilizan para arremeter contra la libertad de mercado y la propiedad privada, que son un entretenimiento para entes de agitación marxista como el Sindicato de Estudiantes (en el caso de España), que no es nada transversal ni caracterizado por tener los pies en la tierra.
Igualmente, sabemos que si lo que tuvo lugar este pasado 24 de septiembre gozó, en su conjunto, de algo más de notoriedad, fue, básicamente, gracias a Greta Thunberg. Sí, la misma que ha estado durante más de un año sin publicar prácticamente nada en su cuenta de Twitter.
Lógicamente, no estuvo de manera simultánea y física en todos los puntos de espectáculo. Ella estuvo en Berlín, la capital de Alemania. El motivo de elección no fue precisamente el hecho de que Die Grünen sea uno de los partidos más votados en esta urbe metropolitana tan “progre” a nivel nacional y continental.
Aprovecharon para un acto de “cierre de campaña” con motivo de las elecciones legislativas teutonas de este domingo pasado, día 24 de septiembre. Se entendió que serían estratégicas no solo a nivel nacional, sino a nivel continental, puesto que Alemania tiene mucho peso político en la eurocracia soviética.
Durante el mismo, Thunberg no solo fue emisora de un llamado a la participación electoral, sino que consideró que con eso no sería suficiente. Dijo, a continuación, lo siguiente: «Tenemos que seguir saliendo a las calles, tenemos que seguir exigiendo a nuestros líderes que realmente hagan algo contra el cambio climático».
Pase lo que pase en el Bundestag, preparémonos
Es innegable que Alemania corre el riesgo de ser campo de aplicación de una agenda política que se caracterice por ser un considerable avance de las estrategias revolucionarias, tanto en lo económico (más allá de haber subido el SMI e imponer el estatismo policial) como en lo social y cultural.
Basta con pensar en el ideario de posibles socios de gobierno como los “verdes” y los comunistas de Die Linke. Pero pase lo que pase, algo va a retumbar, por desgracia, en todo el globo, ya que no será necesario alimentar más la histeria colectiva en materia epidemiológica.
Aparte de la “oportunidad” que suponga cualquier fenómeno meteorológico extremo, hay que decir que se lleva tiempo insinuando que el COVID-19 no fue un fruto de la acción humana en Wuhan, sino una consecuencia del “cambio climático”.
Con lo cual, el grito de Greta volverá a retumbar. Además, no olvidemos que la agenda ecologista avanza con serias vulneraciones a la libre circulación (prohibiciones de vuelos, restricciones a la circulación urbana en coche, peajes, monitorización de desplazamientos…). Así que, alerta y nada de decaer ante la histeria.