De siempre se ha cantado o tarareado lo de Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio, siete de julio San Fermín. Siempre con la vista puesta en el chupinazo de una de las fiestas más importantes de Navarra y España, con proyección mundial, por sus corridas de toros y su ambiente jovial y festivo.
Se refiere uno a los Sanfermines, en los que se venera a uno de los co-patrones de Navarra, San Fermín de Amiens. Al mismo tiempo hay quienes, aprovechando la gran popularidad de la fiesta, pretenden apoderarse de la misma bajo fines de politización. Precisamente esto es lo que, año tras año, viene ocurriendo con la izquierda abertzale.
No ha sido extraño ver la ikurriña entre las correspondientes multitudes. Lo mismo con las pancartas favorables a la liberación de los presos de la banda terrorista ETA. Al fin y al cabo, es la sucia forma que tienen de reivindicar el expansionismo vasco sobre Navarra (el concepto-entelequia de Euskal Herria), de una manera muy similar al Anschlüss sobre los Sudetes.
Ahora bien, todo está sujeto a «innovaciones». Lo saben hasta quienes creen que el verdadero progreso, por su verdadera naturaleza, no puede planificarse. Ha ocurrido este año en la medida en la que a los amigos de la banda terrorista ETA han decidido que la llamada «causa palestina» destaque en el ambiente jovial y festivo de la capital del viejo Reyno.
El chupinazo (o txupinazo, como se escribe en euskera), organizado por un gobierno municipal que aparte de ser etarra ha de agradecerle mucho al dictador posmoderno Pedro Sánchez, ha sido toda una repulsa al derecho de los israelíes a defenderse del terrorismo islamista del grupo terrorista Hamás (apoyado por una amplia mayoría electoral de ciudadanos palestinos).
Con el beneplácito de los que se tomaban alguna copita de txakolí o su correspondiente trago de kalimotxo por cada tiro en la nuca o bomba lapa que se detonase, se gritó lo de Palestina Libre como reclamo para seguir apoyando que Hamás emplee túneles subterráneos, hospitales como fortines clandestinos y escudos humanos, incumpliendo toda tregua y límite.
De hecho, hubo otros límites. No se refiere uno a ese reemplazo de la ikurriña por la bandera palestina que ya se ve en muchos locales del entorno abertzale tanto en Vascongadas como en Navarra. Hubo quienes, en su afán de analogía con el también socialista Adolf Hitler, llamaron a la destrucción del Estado de Israel como tal, en plena Plaza Consistorial.
🔴 'Destroy Israel' aldarria eraman dugu Iruñeko plazara San Ferminetako txupinean Palestinarekin elkartasunean.
— Euskal Herriko Kontseilu Sozialista (@EHKSozialista) July 6, 2025
Sionismoak Gazan aurrera daraman sarraskiaren aurka mobilizatzen jarraitu behar dugu.
🇵🇸 Palestina askatu! pic.twitter.com/U2pC2wLlya
La situación vino a ser denunciada por la embajada de Israel en España, por medio de sus redes sociales. En el texto se puede leer la siguiente oración, a destacar por conveniencia: «Esta obsesión contra el estado judío, máxime si está amparada por instituciones públicas, está alimentando aún más los crecientes niveles de antisemitismo».
Esto puede alimentar la rivalidad diplomática que existe entre Pedro Sánchez y Benjamín Netanyahu. Además, deben de saber los israelíes que gracias a la inestimable colaboración del PSOE, el heredero etarra Joseba Asirón retornó a la alcaldía de Pamplona (es la única capital foral y regional que está gobernada por esa banda política).
Si uno se pasea por sitios vascos y navarros de ambiente etarra, puede ver las banderas previamente mencionadas. Lo mismo ocurre con esos ambientes universitarios donde ya de por sí las mentalidades respetuosas con el pensamiento único brillaban por su ausencia. Es más, que no se olvide que ETA existe en la medida en la que defender la identidad foral y española es un deporte de riesgo en espacios abiertos.
Además, cabe recordar que el modelo palestino es más o menos el mismo al que pueden conducir las políticas multiculturales que han disparado la inseguridad en ciudades como Bilbao, Vitoria y San Sebastián (al mismo tiempo que es posible ver una mayor cantidad de velos islámicos, de carnicerías halal y de puestos de comida rápida como el kebab).
Hay quienes se han dado cuenta (algún abertzale ha reconocido que la situación migratoria se ha ido de las manos), aunque oponerse a Hamás será difícil por cuanto y en tanto el atlantismo no es antisemita sino algo más occidental. En cualquier caso, entre el idilio multicultural, las llamadas basadas en RGIs como campanitas de minarete y el negacionismo, la idea de «patria vasca» ha quedado muy descompuesta.
Mientras que no se libre la necesaria batalla cultural, la occidentalización estará más cerca en Abu Dhabi y Dubai que en el Gran Bilbao o la mismísima Pamplona. El vacío causado por quienes emigraron por el terror de ETA y por quienes ven en Madrid, pese a sus problemas, un sitio más cómodo para desarrollarse profesionalmente, está siendo suplido por personas que no son ni vascas ni españolas.
En cualquier caso, entre terroristas se entienden. Todos son enemigos de las libertades concretas que nos brinda Occidente tal y como lo conocemos. E igualmente, odian a Cristo, bajo una considerable convergencia de ideas revolucionarias y de geopolítica bolchevique. El fascismo que dicen combatir lo reproducen ellos, más allá de un mero Judenfrei.