No es posible exagerar la gravedad de la deriva totalitaria que ha emprendido España. Es decir, no la deriva que podría tomar España, sino la que ha tomado ya. Uno de los principales problemas con esto es, precisamente, la cantidad de gente que no sólo no vio venir la amenaza cuando sólo era un futurible, sino que sigue sin verla ahora que es un hecho real.
En realidad que España emprenda el camino del totalitarismo nada tiene de peculiar desde el momento en que el gobierno de España quedó condicionado por el partido de un secuestrador, el de un golpista y malversador, el de otro golpista y una coalición de simpatizantes de Hugo Chávez, Castro y Maduro. Para formar gobierno, Sánchez tuvo que volver a meter dentro de la ley a casi todos sus socios, ya fuera mediante indultos, la amnistía o directamente cambiando la ley. Ante un gobierno que compra los votos que le garantizan el poder a cambio de amnistiar al delincuente que se los vende, ¿de qué nos podemos extrañar que suceda después? ¿Hay algún socio de Sánchez que no esté fuera de la ley o que no odie la libertad? ¿Qué otra cosa que la voladura del estado de derecho se puede esperar dejando en las manos de esta gente todo el poder?
Pablo Iglesias aseguraba que la mayor amenaza posible para la libertad de expresión eran los medios de comunicación privados, pese a la afición que les tiene Pablo Iglesias a los medios de comunicación privados. Según Iglesias, que todos los medios sean del gobierno es lo que garantiza la libertad. Todo el mundo sabe que en los países en que el gobierno controla todos los medios se goza de una grandísima libertad. Las leyes que están aprobando Sánchez y sus socios van exactamente en esta dirección.
Seguramente Sánchez no es un comunista convencido, o no lo era al principio, pero ahora tiene un doble motivo para abrazar un enfoque comunista sobre la libertad de expresión y los medios. Por un lado ahora es Sánchez el que gobierna, así que ha descubierto que odia que le critiquen mucho más de lo que ama la libertad de expresión. Por otro lado, la señora de Sánchez es protagonista de turbios manejos y de un incómodo proceso judicial. Otrotanto se puede decir de su hermano. El comunismo es un instrumento estupendo para que un gobernante no se tenga que preocupar ni de que los medios le critiquen ni de que los jueces le hagan rendir cuentas ante la ley. No es de extrañar por tanto que Pedro Sánchez haya acabado abrazando el discurso sobre los medios de Iglesias, o el de Otegui, o el de Maduro, a cual mayor defensor de la libertad.
Venezuela era el laboratorio donde se iba a probar científicamente el éxito de las recetas comunistas, como si no hubiera habido ya un siglo lleno de laboratorios quemados por pruebas anteriores. Por supuesto el resultado del experimento comunista venezolano fue miseria y dictadura a partes iguales, como en absolutamente todas las pruebas anteriores. A la vista de este resultado, si eres un comunista honesto abandonas el comunismo. Si no lo abandonas, o no eres honesto o eres un fanático que no puede ver la realidad, o en el fondo sí que tienes lo que en el fondo querías que era la dictadura. Pero la dictadura, no el bienestar de la gente ni la justicia social. Quien todavía apoya a Maduro o aún es comunista en el año 2024, usa la justicia social como pretexto sabiendo que el comunismo no va a traer más que miseria, buscando tan sólo en el fondo implantar un sistema dictatorial.
Eso en cambio sí que hay que reconocérselo al comunismo. El comunismo ha llevado la dictadura casi a la perfección. Nadie ha conseguido establecer unas dictaduras tan perfectas y duraderas como los comunistas. De las dictaduras comunistas es casi imposible salir, son casi indestructibles, son capaces de resistir el rechazo del 90% de la población, son de hormigon. La lucha decisiva contra una dictadura comunista es por tanto antes de que se pueda implantar.
A fecha de hoy tenemos un gobierno que busca acabar con cualquier atisbo de la división de poderes, que tiene casi completamente colonizada la justicia, que aprueba leyes descaradamente represoras de la libertad de expresión, que se apoya en simpatizantes de Maduro y que a la dictadura venezolana se niega a llamarla abiertamente dictadura. O sea, que si el gobierno no llama dictadura a lo que hay en Venezuela, tampoco llamaría dictadura a que lo que hay en Venezuela lo hubiera también aquí.