Las gafas de Bolaños

Entre la barahúnda de escándalos que van y vienen en los últimos tiempos, el que, a mi modo de ver, se dispara con más carga de cinismo es el relativo a la reforma judicial. Un gobierno agujereado como un gruyere por la corrupción pretende nada más y nada menos amoldar la justicia a su antojo, eliminando las acusaciones populares; dejando la instrucción de esos casos que le asaetean en manos de los fiscales que elija; rebajando la exigencia en el acceso a la carrera judicial, introduciendo en la misma elementos subjetivos que abran las puertas a abogados sin formación y de izquierdas, que es lo mismo que ha pasado en el cuerpo de profesores de secundaria.

Hace unos días escuchábamos al ministro Bolaños defendiendo esta enésima receta corrupta con esa voz de pajarito que pone, tenue, que parece que se va a romper. Pero qué va a romperse. Sin que se le cayera el rostro declaró, ante la huelga de jueces, que, atención, esos jueces que están habituados a leer sumarios de cientos y miles de páginas, esos jueces que para acceder a su puesto de trabajo tuvieron que pasar dos, tres, cuatro años memorizando códigos legislativos a razón de ocho horas diarias; esos mismos jueces, no se han leído la reforma. A esos jueces, el leguleyo Bolaños, que parece que lleva una de esas narices con gafas que se encuentran en cualquier juguetería, les pide que por favor se lean el proyecto de ley, porque no encontrarán nada que menoscabe las garantías constitucionales. La osadía es galáctica.

Pero la osadía ocurre cuando los valores éticos y la vida intelectual se pervierten. Que el nivel académico de este gobierno es una cosa pasmosa no es una novedad, con un presidente al que le hicieron la tesis, una esposa que dirige un doctorado que ni ella podría cursar por falta de titulación; un gobierno que tuvo de ministra de educación a Pilar Alegría, que es justito diplomada en magisterio (no hay más que escucharla hablar); que puso de ministro de cultura a Miquel Iceta, cuyo honor académico era haber estudiado COU; con una Yolanda de la que mejor no hablar porque ni ella sabe hacerlo; con un ministro de justicia, Bolaños, que no tiene ningún prestigio como jurista más allá de alguna condecoración de órganos dependientes del gobierno y de cursos privados, que no significan nada en cuanto a trabajo jurídico real. El ministro de justicia es un abogado raso, sin más mérito que haber escalado en el PSOE, que se atreve a insinuar que la mayor parte de los jueces de España se van a la huelga sin saber por qué. Le falta soplar un matasuegras después da cada declaración.

En cuanto a los valores éticos: si Bolaños está diciendo al 75% de los jueces que fueron a la huelga que no saben leer un anteproyecto, lo valiente y digno sería exponerse a un debate con uno cualquiera de esos jueces. Vaya usted, señor Bolaños, a defender esa reforma en una mesa de debate de verdad. Esa reforma ad hoc para aclarar el futuro judicial del PSOE no la van a defender ni las juezas por el buen rollo de la democracia, aunque se hayan negado a ponerse de huelga. No va a haber ningún debate. Cualquier jurista de medio pelo tiene la melena de Sansón al lado del señor ministro. Evidentemente no se atreve, como no se atreve socialista alguno a mantener un debate en igualdad de condiciones sobre ninguna de sus esquizofrenias históricas, el calor del verano o cualquiera de las mandangas progres que alimentan su victimismo. Sólo uno de los jueces que se manifestó el sábado pasado pondría a Bolaños en órbita en cualquier debate público, y veríamos volando unas gafas con nariz en el primer asalto. No se preocupen, porque no llevan cristales: son de plástico.

Llegados a este punto, uno, que es cabezota o iluso, se pregunta por qué la oposición no pregunta en voz alta lo que la mayor parte de la oposición social se pregunta: si Su Majestad el Rey estaría dispuesto a firmar una ley diseñada por un gobierno hasta las trancas de corrupción para controlar los procesos judiciales ya en marcha en su contra. Suena ya a toniquete, porque ya dice el Eclesiastés que todas las cosas cansan, pero con una fiscal general del estado imputado, las orgías del Tito Berni , las de Ábalos, los negocios de Santos Cerdán, las grabaciones de Koldo, las cloacas de Leyre Díez, el software de Begoña, la batuta perdida del hermano, la disolución del Órgano de Coordinación contra el Narcotráfico en Andalucía; Pardo de Vera, Adif, Servinabar, los prostíbulos familares…; absueltos los eres y los golpistas, sin presupuestos, sin ruedas de prensa, sin debates del estado de la nación; con la sospecha más que fundada de que la corrupción socialista está unida a la dictadura venezolana, con la mira de la UCO puesta en cuentas corrientes extranjeras y millonarias de mordidas; con un Tribunal Constitucional de togados manchados por el polvo del camino, la okupación y el independentismo; con el mismo ministro Bolaños a las puertas de ser imputado a petición del juez Peinado; con todo eso y más que va saliendo cada semana, ¿va a firmar su Majestad el Rey una reforma del poder judicial para lavar el cuerpo del delito? Aunque sea por curiosidad, yo se lo preguntaría.

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